El Nevado Marmolejo se ubica en los Andes centrales, justo donde termina Santiago, a un costado de su vecino San José —volcán cabecera del Cajón del Maipo—, y se eleva, con sus 6.108 mts, como la última montaña del mundo que supera la mítica barrera de los 6 mil metros sobre el nivel del mar en esta latitud. Más al sur, ninguna supera los 5.999 mts.
Así es. Ni lo imponentes Himalayas o Karakorum albergan alturas por debajo de esa latitud, conviertiéndola así en una montaña muy atractiva gracias a este especial valor agregado, siendo muy apetecida por extranjeros.
Extenso como no se imaginan, frío, de faldeos pedregosos y lomas cargadas de nieve y hielo en lo alto, este macizo (no volcán como se suele afirmar), es un hermoso desafío para quienes buscan pisar por vez primera cotas seismileras, todo un reto para quien se considere un montañero fuerte. Y para quienes buscan seguir extendiendo su palmarés sobre estas marcas.
No es trivial subir este seismil. O cualquier otro. Por algo muchos europeos que se peinan en montañas técnicas (o que involucre el uso de cuerda para asegurar pasos complicados), vienen a Chile y “rebotan” porque se apunan no más arman el segundo campamento. Y no es falta de fortaleza —en absoluto—, sino que están habituados a alturas bastante menores, considerando que el Mont Blanc, con sus 4.805 mts., es la mayor cumbre que pueden acceder por esas latitudes.
Para nosotros —en Chile al menos—, acceder a esa altura o menores o no reviste mayor problema. Claro que también hay tremendos montañeros con muchísimas condiciones que invariablemente tienen “techo” y tras alcanzar cierta altura, derechamente sufren lo indecible y terminan alivianando el estómago del desayuno o la comida más reciente; la altura puede pasar la cuenta.
El Marmolejo es de esas montañas que para algunas personas genera una gran alegría por haber logrado su cima y no sólo por lo hermosa que resulta ser, sino porque es tan extenuante su ascenso que tranquiliza el hecho que no hay que volver al menos por un buen tiempo, pero aún así hay quienes gustan ¡repetirse el plato!
Los ascensos más habituales transcurren por dos opciones: Embalse del Yeso o Valle de la Engorda, siendo este último el más usual, principalmente por la facilidad para encontrar arrieros que puedan transportar la carga hasta el campamento uno al menos.
Volviendo al cerro, el ascenso por este valle en dirección al Estero Marmolejo, supone una dura aproximación de más de 20 kms., donde se deben cruzar esteros, ríos, caminar entre rocas, superar unas poco amistosas morrenas, etc., para recién llegar al primer campamento. Hace ya varios años vi a unos italianos en el base “aclimatando” (llevaban, entre otras cosas, 2 cajas de botellas de buen vino chileno). Y creo que hicieron cumbre. Notable.
Los días venideros son más breves, pero se comienza a ganar altura significativamente y comienza a hacerse sentir las bajas temperaturas (¡qué cerro más helado!). Una vez sobre las largas y suaves laderas, las vistas de la imponente cordillera central dejan de lado por un instante lo fatigoso del ascenso. Hay montañas para deleitarse y los glaciares y neveros que caen a lo lejos hacen un momento olvidar, dada su grandeza, que están retrocediendo a velocidades insospechadas, para luego dar paso a una gran pena tras admitir la realidad.
La cumbre es sólo el pretexto para poder asistir a montañas que entregan momentos tan inolvidables como el Marmolejo. Es pesada, cansadora, fría y larga, pero bien vale la pena volver. He vuelto, varias veces, y espero seguir haciéndolo.
En un día soleado —casi caluroso en algunos momentos— alcanzamos la cumbre de este mítico volcán que supera los 6.740 mts., luego de 9 horas de ascenso.
San Pedro de Atacama
Comenzamos con el proceso de aclimatación en San Pedro de Atacama, con los ascensos a los amistosos cerro Toco y volcán Láscar, ambas montañas que superan los 5.600 mts. de altitud. Estas montañas —de fácil y breve ascenso— permiten enfrentar los diferentes campamentos del Lullaillaco contando con algunas horas de altura que facilitan al cuerpo comenzar a acostumbrarse a los cambios de altitudes a medida que se avanza en la montaña. Además, siempre resulta más grato y cómodo retornar a la habitación de un hotel, que garantiza un mejor descanso y preparación para enfrentar a la montaña.
El viaje
Una vez concluidos los ascensos de preparación, enfilamos rumbo al Lulla, dirigiéndonos hacia el sur por la ruta 23 CH, cerca de 260 kms. Este camino atraviesa extensas áreas desérticas, despobladas y completamente alejadas de cualquier tipo de contacto con “civilización” alrededor , lo que confiere un grado de aislamiento bastante serio. Aun así, los paisajes son verdaderamente sobrecogedores. La sensación de lejanía lo convierte definitivamente en un sentimiento especial.
Tras algunas horas de viaje, es posible alcanzar un antiguo villorrio en la abandonadas estación de trenes Monturaqui, —inaugurada en 1948— emplazamiento ubicado a los 3.450 mts. de altitud y que muestra el paso del tiempo en esta alejada zona que alguna vez buscó el objetivo de unir las ciudades de Antofagasta y Salta, en Argentina.
El volcán
Como es de costumbre, el ascenso fue en solitario, sin la presencia de más gente en la montaña, pues se trata de un recorrido muy duro, incluso para gente con experiencia.
El día de cumbre comenzó a las 3:20 am, bajo una oscura pero muy estrellada noche, dando paso luego a un despejado y soleado día, con muy poco viento, lo que ayudó para conseguir la tan anhelada cumbre cerca del mediodía. Algunas fotos y de regreso al campamento alto, ubicado a 5.550 mts.
Al día siguiente retornamos al campamento base, donde terminamos de ordenar el equipo y nos devolvimos a Antofagasta por una merecida ducha.
Felicitaciones a Pierre, no sólo por la cumbre conseguida, si no sobre todo por su tremendo ánimo, entusiasmo y simpatía durante este largo viaje que comenzó hace casi 2 semanas.
Cumbres volcanes Aucanquilcha, Palpana y San Pablo
Los días 13 a 21 de septiembre realizamos un triple ascenso en la región de Antofagasta de los volcanes Aucanquilcha (6.187), Palpana (6.030) y San Pablo (6.088), contando con un muy buen tiempo, aprovechando los días feriados del 18 Xl de este 2024.
Comenzamos con el ascenso al clásico cerro Toco (5.615) desde San Pedro de Atacama, como parte del proceso de aclimatación, para luego viajar hacia el pueblo de Ollagüe, a 3.670 mts., desde donde iniciamos el camino del triple ascenso con los 2 primeros: Aucanquilcha y Palpana.
Tuvimos que tomar una variante más larga en el camino de aproximación, pues el habitual se encuentra cortado debido a surcos y grietas generados por las lluvias propias del invierno altiplánico, impidiendo el paso. Este es un camino muy atractivo que comienza en Ollagüe hacia el noreste para luego cambiar al noreste, en dirección hacia la carretera que se dirige a Iquique. Bien vale la pena de tener tiempo recorrerlo para ver antiguas estaciones de tren abandonadas hace décadas, pero que alguna vez fue de gran utilidad cuando existía la explotación de azufre.
Una vez en el inicio de la marcha, cerca de los 5.200 mts., a la que se accede tomando un evidente camino que se dirige hacia el sur por una buena huella, se puede apreciar de inmediato lo realmente imponente y sobrecogedor de las instalaciones abandonadas: materiales, torres, casetas, roldanas, etc., de la antigua azufrera que operó desde 1912 hasta su cierre en 1992.
El camino, siendo muy simple, recorre un largo zig zag que permite un ascenso menos exigente que tomar la ruta directa por la quebrada, pero igual resulta pesado debido a lo arenoso del terreno. En algunas horas —ya pisando los 6.000 mts.—, se alcanza la base de las torres y los restos de una caseta, vivienda anterior de hombres que trabajaban en la mina.
Desde este punto, el camino es poco evidente, pero al encontrarlo es bastante simple y bastó con seguir la huella vehicular que, aunque se pierde en uno de sus tramos, en otro continúa hasta ¡la cumbre! Sí, cuesta creer que existe un camino que antes permitía alcanzar casi 6.200 mts. de altitud. Ventosa y fría cumbre, por lo que sólo algunas fotos y a descender. En poco más de 2 horas ya estábamos en la camioneta para luego comenzar el viaje de retorno a Ollagüe. Este sería el primero de los 3 seismiles por los que vinimos.
El día siguiente sólo fue de descanso, de sesiones fotográficas en la antigua estación de trenes y también de varias e interesantes construcciones abandonadas, además de visitar por un rato la inauguración de la ramada oficial de Ollagüe, viendo desde un inicio cómo armaban aún los diferentes puestos, juegos y otros durante la tarde. Y, por supuesto, recibiendo gustosamente un dulce terremoto de parte de los organizadores.
La noche no fue muy agradable debido a que nuestro hostal quedaba próximo a la ramada, así que luego de un sueño bastante irregular, salimos muy de madrugada al siguiente objetivo: el volcán Palpana, de 6.032 mts. Bajo una luna llena al 100%, salimos desde Ollagüe rumbo al punto donde nos desviábamos del camino principal, al costado del impresionante salar de Ascotán quien, con su suave y plateado brillo nocturno, resaltaba con el contraste de las montañas que lo rodeaban.
Aunque tomó algunos minutos encontrar la huella que conducía hacia el volcán, el camino fue expedito y, dentro de todo, bastante bueno considerando que no se trata de una montaña que cuente con visitas seguidas.
Ya a los pies de la pedregosa arista que se dirigía al hombro bajo la cumbre, ascendimos en línea casi recta por sus firmes laderas rocosas. Fue un desnivel bastante largo —más de 1.700 mts.—, ganando altura rápidamente, pero de forma cansadora. Último traverse y remontada de una ladera con algo más de pendiente y ya estábamos en la cima del segundo objetivo trazado inicialmente. Al igual que el primero —Aucanquilcha—, la cumbre nos recibió con bastante y frío viento, pero que no impidió tomar algunas fotos muy contentos con lo logrado, para luego bajar por el costado de la ruta de ascenso, más rápida y en forma directa. Cerca de la medianoche estábamos ahora en Chiu Chiu, pintoresco y hermoso pueblo ubicado en pleno desierto, a 30 kms. de Calama, en el excelente hostal de Silvia (Sol del Desierto).
No tuvimos mucho tiempo de descanso, así que luego de un tremendo desayuno, fuimos a hacer algunas compras en Chiu Chiu para ya viajar hacia el siguiente objetivo, el tercero y último de las 3 montañas: el volcán San Pablo, de 6.088 mts. de altitud.
El camino hasta el campamento base es muy lindo, rodeado de grandes montañas y bajo la atenta y curiosa mirada de muchas vicuñas que habitan en el sector. Además, tuvimos la oportunidad de ver algunos ejemplares de Suri, el ñandú del norte del país, pero que no dio tiempo para fotografiarlos.
Una vez alcanzado el solitario campamento —el único que hicimos—, ubicado casi a 4.600 mts., descansamos durante la noche para salir también muy temprano y así aprovechar al máximo la luz del día. Aunque esta montaña posee un campamento alto sobre los 5.200 mts., decidimos comenzar desde el mismo base, caminando más, pero durmiendo a menor altura. Fue una larga jornada donde contamos con un excelente tiempo, incluso en su punto más alto, siendo la única donde estuvimos disfrutando la cumbre bajo un cálido sol del atardecer. El descenso fue tranquilo y tomó algunas horas alcanzar nuevamente el campamento, para desarmarlo rápidamente y viajar hacie el hostal en Chiu Chiu, donde luego de una reparadora ducha, descansamos con la felicidad de haber conseguido los tres objetivos por los que viajamos.
Último día, orden de equipos, almuerzo en el pueblo y traslado al aeropuerto de Calama donde nos juntamos para devolver la noble camioneta a Felipe para retornar a Santiago por la tarde. Nuevamente felicitaciones a Cathy y Renato quienes demostraron como siempre lo fuertes que son en este tipo de escenarios, siempre “para arriba” y con ganas de seguir alcanzando nuevas cumbres.
¡Cumbre volcán Parinacota, 6.376 mts!
El día 1 de agosto, bajo una estrellada y fría noche y luego un despejado día, y tras de descansar el día previo visitando los geyser y termas de Sajama, alcanzamos la segunda cumbre de 6 mil metros del viaje al altiplano boliviano, el volcán Parinacota, de 6.376 mts., la segunda cumbre más alta de la zona detrás del imponente Sajama, de 6.542 mts., luego de subir 2 días antes el volcán Acotango, de 6.053 mts. y el cerro Wisalla, de 5.050 mts.
Comenzamos muy temprano, saliendo desde la comodidad del hostal de Ana & Mario en el pueblo de Sajama, para iniciar la marcha a las 3:30 AM. Fría pero aún así agradable noche, poco viento aunque al amanecer y sobre todo ya cerca del cráter, comenzó a soplar un viento muy frío, tal como indicaba el pronóstico.
El cono nevado se encontraba con muchos penitentes, de poca altura, pero igualmente volvía más lento y pesado el ascenso, sobre todo al acercarnos a la cumbre, donde crecieron bastante en altura, pero lo que no impidió que igualmente alcanzáramos el punto más alto bajo un soleado y espectacular día. La vista del cráter y el paisaje alrededor es realmente sobrecogedora e imponente. ¡Algunas fotos y de regreso!
Felicitaciones a Cata y Andrés nuevamente por el tremendo esfuerzo en todos los cerros que subimos y sobre todo por la buena onda durante todo el viaje; y por supuesto a Ana y Mario por el apoyo en el hostal y montañas desde que llegamos hasta que regresamos, haciéndole incluso el quite al paro de camioneros en la frontera boliviana.
El día 18 de junio conseguimos una de las más clásicas y visitadas cumbres de 6 mil metros de Bolivia, Huayna Potosí, montaña que alcanza los 6.088 mts. de altitud.
Luego de viajar desde Arica directo hasta Sajama, Bolivia (4.240 mts.), al día siguiente salimos rumbo al campamento 1, a 4.750 mts., luego de algunas horas de viaje, pasando también por La Paz, desde donde se puede apreciar la hermosa figura del Huayna. Al día siguiente alcanzamos el camp. alto, a 5.170 mts., donde preparamos los equipos para el día de cumbre. Durante la tarde mucha gente descendía de la cumbre hasta el refugio y otros varios más se encontraban igual de ansiosos como nosotros por ascenderla.
Salimos a las 2:00 AM, bajo una apenas estrellada y oscura noche, la que al amanecer dio paso a una espesa niebla rojiza, propia de las nubes que cubrían la parte alta de la montaña. La ruta —un serpeante camino entre enormes grietas, nieve y tramos de hielo—, ganaba altura gradualmente mientras avanzábamos unidos por la cuerda en un mar de fisuras en el hielo, pero siempre de manera segura y confiados de alcanzar la cima.
Muchas cordadas descendían felices por la cumbre conseguida, pero al mismo tiempo con la desilusión natural de no haber podido contemplar la maravillosa vista desde lo más alto debido a la niebla que se negaba a abandonar la montaña.
Mientras subíamos por la última rampa de nieve, la suerte nos acompañó y la montaña nos regaló el tiempo suficiente con el cielo abierto para alcanzar la cima luego de caminar por la imponente arista que lleva al punto más alto del Huayna. A las 8 AM pisábamos la cumbre y pudimos ver valles, cumbres cercanas y los faldeos glaciados de la montaña. Un verdadero privilegio.
Felicitaciones a Cathy y Renato como siempre por el tremendo esfuerzo y buena onda, mientras siguen acumulando seismiles, y a Mario por su apoyo y ayuda desde que salimos desde Sajama.
El Plomo desde la ciudad luego de las precipitaciones del día anterior. Este cerro es visto a diario por mucha gente, pero no siempre le prestamos atención —por andar siempre apurados— y muchas veces podemos perder la oportunidad de ver una postal como la del día 8 de mayo. A veces uno olvida la suerte que se tiene de tener una montaña así tan cerca.
Foto tomada cerca del Parque Bicentenario, Vitacura.
Los días 29 a 31 de marzo realizamos el que sería el último ascenso de la temporada 2023-2024 al clásico cerro El Plomo, de 5.425 mts. de altitud, contando con un tiempo espectacular.
Mucha gente en el cerro aprovechando el fin de semana largo, lo que hizo que el ascenso fuera siempre acompañado por una gran cantidad de entusiastas montañeros en el cerro.
Comenzamos el ascenso el día viernes 29, antes de las 11 am, subiendo en el andarivel de La Parva, mientras terminábamos de ordenar las cargas en las mulas de don Fernando Vega. El trek hasta el campamento Federación (4.150 mts.) lo hicimos por Piedra Numerada, porque al regreso iba a ser por Cancha de Carreras, para así realizar el circuito que permitiera que Matías, Marcelo y José Antonio puedieran conocer ambos recorridos.
Caluroso el día, pero ya cerca de las 3 de la tarde alcanzamos el campamento, donde montamos las carpas, domo, mesas, sillas y varios otros. Agradable tarde previo al intento de cima. Mucha gente también esperando el día de cumbre. Algunos pocos que habían ido por la cima ese mismo día, nos adelantaban que les tocó una muy calurosa jornada de ascenso.
Luego de comer temprano, antes de las 9 de la noche ya estábamos descansando, ansiosos por el día siguiente.
Considerando que el grupo se movía a buen ritmo, es que decidimos comenzar el ascenso a las 6:00 am, para evitar el frío de la amanecida a mucha altura.
Y comenzó el ascenso. Buena marcha hasta Agostini, lo que permitió descansar algunos minutos para continuar después. De a poco íbamos adelantando al resto de la gente que inició el ascenso horas antes que nosotros, para descansar por última vez en la pirca y, poco pasado las 11 am, el grupo en su totalidad alcanzaba la cima de este clásico pero exigente cerro. Mucha alegría y emoción y un gran esfuerzo por el objetivo conseguido.
Algunas varias fotos, una buena siesta cumbrera y a retornar al campamento, el que alcanzaríamos en poco más de 2 horas de marcha. Queso, galletas y aceitunas, tacos y por supuestos unas cervezas heladas fueron parte de la celebración post cumbre.
Al día siguiente a las 11:30 ya estábamos en marcha de retorno, felices por el viaje.
Felicitaciones a Matías, Marcelo y José Antonio en su primera aventura sobre los 5.000 mts., alcanzando de gran manera la cumbre de este clásico de la zona central. Y agradecimientos a Cathy por la gran ayuda en todo momento y a don Fernando Vega, por el profesionalismo y puntualidad en la carga con mulas desde y hacia campamento Federación.
Desde el 20 a 29 de enero visitamos la zona de la Puna de Atacama, III región de Atacama, para realizar el ascenso al volcán Ojos del Salado, de 6.893 mts., el volcán más alto del mundo, la cumbre más alta de Chile y la segunda de América.
Luego de reunirnos en Copiapó, viajamos aprox. 3 hrs. junto a Constanza, Carolina, Soledad y Carlos (País Vasco), más el apoyo del clásico Feña Opazo hasta el refugio en Laguna Santa Rosa (3.750 mts.), donde comenzaríamos el proceso de aclimatación desde estas cómodas instalaciones. Luego de dejar bolsos y otros en el refugio Flamenco —espaciosa cabaña para 7 personas—, realizamos al segundo día el primer trekking hacia el cerro 7 Hermanos (4.890 mts), alcanzando la cumbre en un soleado y cálido día luego de algunas horas. Al regreso, Feña nos esperaba con abundante comida, refrescos y, ciertamente, algunas cervezas, etc. Muy lindo día.
Cumbre cerro Santa Rosa, 4.850 mts.
Campamento base
Al tercer día ordenamos y volvimos a cargar las camionetas para trasladarnos hasta Laguna Verde (4.300 mts), donde montaríamos el campamento base —provisto de termas— hasta el término del viaje. No había tanta gente como suele ocurrir en esta fecha, en plena temporada alta. Silio, el “alcalde” de Laguna Verde, nos reservaba algunas pircas para montar las carpas, así que fue mucho más rápido poder dejar listo y operativo el campamento.
En Tejos
Al día siguiente fuimos en camioneta hasta el campamento Atacama (5.300 mts), donde iniciamos una caminata de altura hasta el refugio Tejos (5.800 mts), también como parte del proceso de aclimatación, ganando altura de forma gradual. Excelente tiempo; sin viento como pocas veces, por lo que pudimos disfrutar de un agradable día. En el refugio pudimos descansar y, aprovechando el sol, incluso pudimos estar afuera de éste sentados mirando hacia el imponente Ojos del Salado. Inolvidable.
Primer 6 mil
Al 5° día nos dirigimos muy temprano hasta el Paso San Francisco (4.700 mts.), hito fronterizo con Argentina, para realizar el ascenso al volcán San Francisco, de 6.018 mts, luego de una tarde y noche anteriores con algo de granizo en el campamento de Laguna Verde. ¿La montaña? Nos esperaba completamente blanca, desde su base hasta la cumbre.
Tremendo día, con un imponente sol que hizo en ocasiones algo agobiante el ascenso cuando no soplaba viento —a más de 5.500 mts de altitud—, y con un cielo completamente despejado.
Tras poco más de 5 horas de marcha alcanzamos la cima de este apacible pero exigente volcán, acompañados por un gran grupo de montañistas rusos, guiados por Mario Sepúlveda, también alcanzando la cumbre.
Esta montaña fue mudo testigo del primer ascenso a un 6 mil de Coni y Caro quienes a paso tranquilo pero firme llegaron muy emocionadas a su cumbre. Minutos antes y aún en el sendero de subida, Carlos, en un simple y simbólico gesto, dibujaba en el camino una línea inédita para ellas que señalaba los 6 mil metros, barrera que cruzaron con mucha alegría.
Por su parte, Sole sumaba su tercer 6 mil y segundo ascenso a este volcán, mientras que Carlos conseguía su segunda cima sobre los 6 mil metros. Algunas fotos, mucha emoción y alegría en el punto más alto de esta montaña.
Tras cerca de una hora en la cumbre, comenzamos el descenso, acompañados ya de algunas nubes que presagiaban el escenario siguiente: una gran tormenta eléctrica proveniente desde el sur y que volvía más espectacular la jornada. Ya de regreso en el campamento base, nos preparamos para un buen baño termal y una recuperadora comida antes de ir a descansar.
Descanso y confiando en el tiempo
Luego de un día de merecido relajo en el campamento, nos preparamos para el objetivo principal del viaje: Ojos del Salado quien, con sus 6.893 mts. de altitud, constituía un reto de palabras mayores. Como ya es habitual en este tipo de ascensos, contando con la aclimatación adecuada previa es posible intentar cumbre desde Laguna Verde (4.300) en lugar de hacerlo desde cotas más altas, pero hay que comenzar el día algunas horas antes para poder dirigirse primero hacia el campamento Atacama y luego al refugio Tejos (5.800), punto desde donde descendemos del vehículo para comenzar la marcha.
Debido a la inestabilidad climática en las tardes que estaba viviendo la zona los últimos días, es que decidimos adelantar algo el ascenso. El pronóstico indicaba que desde las 3 PM comenzaba a caer nieve durante el resto de la tarde. No era una gran cantidad, pero las tormentas eléctricas de los días anteriores nos puso en alerta, por lo que había que comenzar y bajar temprano. Contábamos con tiempo suficiente, pero no había que confiarse.
Con el nerviosismo y ansiedad normales poco antes de un evento de este tipo, algunas horas antes que se pusiera el sol ya todos se encontraban descansando previo al horario de inicio de la jornada: 11:00 PM.
Ojos del Salado, día de cumbre. Aprox. 6.450 mts.
El día
Y llegó el gran día. Feña nos esperaba con el “desayuno” a las 11:15 PM. Tranquilos y medios dormidos aún, salimos desde el campamento base cerca de las 12:15 AM. Algunos pudieron dormir plácidamente; otros en forma intermitente y también algunos casi nada. Se sumaba al equipo Brian, otro clásico guía de montaña de la zona, quien nos acompañaría cerrando el grupo durante el ascenso.
El inicio de la marcha comenzó a las 2:30 AM, bajo una estrellada, quieta y cálida noche, como pocas veces toca. Con algo de nieve que cubría parcialmente la ruta, pero siguiendo las huellas que un grupo abrió un par de días antes, el avance fue consistente, a pesar que en algún momento previo al amanecer bajó la temperatura como resultado de una suave pero pareja brisa que soplaba desde el sur, golpeando al grupo directamente a la cara. Con la salida del sol y tras algunos espacios para descansar, se sintió un nuevo ánimo en el grupo para continuar avanzando. Sabíamos que faltaba mucho, pero ya alcanzábamos los 6.500 mts. y comenzábamos a superar el gran nevero por su margen superior.
Coni, quien había sentido unas molestias desde hacía un rato, finalmente decide regresar para no atrasar al grupo hasta la camioneta, acompañada siempre por Brian. Caro, Sole y Carlos se encontraban bien, por lo que continuamos ahora ya un bastante agradable sol.
El cielo apenas presentaba algunas nubes, por lo que nos daba la confianza suficiente para seguir subiendo. Otro par de horas y ya veíamos desde la parte baja del cráter un bloque de roca oscuro que se levantaba a lo más alto del cerro: sí, la cumbre; lejos aún pero ya a la vista, lo que trajo consigo más confianza para seguir avanzando.
En el cráter y la cumbre
11:20 AM: Carlos y Caro llegan al cráter y, ciertamente, quedan maravillados con la vista desde los 6.720 mts. La cumbre se sentía cerca, lejos aún, pero cerca. Cuidado, siempre hubo conciencia que quedaba mucho trabajo aún, pero la sensación de cercanía era muy grande. Sole, por su parte, se encontraba todavía más abajo del cráter, por lo que bajé a avisarle que esperara en en este punto hasta el retorno del resto, que se encontraba en muy buenas condiciones para alcanzar la cima.
Cráter Ojos del Salado, 6.730 mts.
Sí, pero…
Fue cosa de unos breves minutos en que todo cambió. Desde el sur —por la cara opuesta de la montaña— aparecieron de a poco algunas nubes, pero tras unos instantes toda la cumbre quedó cubierta y comenzaron a caer algunos copos de nieve. La montaña se cerró; el frente de mal tiempo se adelantó a lo que indicaban todos los pronósticos chequeados. Dura decisión estando tan cerca, pero todos conocían las condiciones meteorológicas esperadas y las que precedieron a este día. Había que bajar de inmediato.
Muchos y ruidosos truenos acompañaron el descenso, pero afortunadamente no hubo mayores contratiempos y en menos de 2 horas estábamos de regreso en el final del camino vehicular sobre el refugio Tejos, reuniéndonos todos nuevamente. Había cansancio y tristeza por no haber conseguido la cima estando tan cerca, pero al mismo tiempo y por sobre todo, tranquilidad por haber hecho lo correcto.
Ya de regreso en el CB, donde llovió de forma intensa algunas horas, aprovechamos lo que quedaba de la tarde para ir a las termas, comer, comer y comer para luego descansar luego de una larga jornada. Fue un día muy intenso, fuerte y emotivo.
Finalmente
Último día en el CB; desarmado de equipos y de regreso a Copiapó. Sí, se notaba algo de tristeza no tanto por la cumbre, que quedó de alguna manera relegado a un segundo lugar, si no por los tremendos y agradables momentos vividos durante los 9 días que estuvimos en la montaña.
Ya en Copiapó, luego de una merecida —y necesaria– ducha, fuimos por unas pizzas, cerveza y otros. Excelente despedida de un gran viaje.
Coni, Caro, Sole y Carlos, —y hablo por Feña también—, fue un gran gusto haberlos llevado y compartido en el cerro. Oportunidades nuevas siempre vendrán.
Una y otra vez se repite el mismo cuento en los cerros de Chile que cuentan accesos simples y acercamientos breves: los rayados en las rocas. Esta vez fue el turno del cerro Alto Las Vizcachas, de 1.871 mts., uno de los cerros más visitados de la Sierra de Ramón, en la comuna de Las Condes, Santiago. Es un hermoso mirador de los contrafuertes cordilleranos, como los cerros Provincia (2.750), morro Tambor (2.880) y el San Ramón, la mayor altura, con 3.253 mts de altitud, además de ofrecer una vista privilegiada del valle de Santiago.
Los accesos más próximos a este cerro son por el sector de La Plaza, más al sur de la entrada de San Carlos de Apoquindo, lugar que es administrado por Parque Cordillera y cobran por entrar, pero además existe otra también más al sur denominada comúnmente como El Remanso, donde actualmente hay un portón y en ocasiones se instala una persona con apenas una mesa y cobran entrada al mismo valor de la mencionada anteriormente, sin contar con ningún tipo de equipamiento en el área de entrada. Pero ese es otro tema.
Retomando lo anterior, llama la atención la dedicación, esfuerzo y tiempo dediccados por la “gente” que realizó los últimos rayados en el ascenso al Vizcachas, porque fueron marcadas centenares de rocas, incluso las más pequeñas que estaban en el sendero (vean la galería). Fue un trabajo arduo, hay que reconocérselo a esta “gente”. Pero, siendo serios: ¿Cuál es el objetivo o sentido de hacer daño por gusto? ¿de verdad esta “gente” cree que lo que hacen es un aporte? Si toman fotos a sus “obras” y luego las suben a sus redes, ¿se llenarán de likes y caritas contentas por la gracia que hicieron? Y, lo que es peor, ¿se enorgullecerán por ello, tipo, compartan?
¿Son o se hacen? Siendo generoso y aprovechando que estoy de buen humor, creo que un poco de ambas.
Creí que los rayados se limitaban en gran parte a los muros de la ciudad, sobre todo en el centro y alrededores de Santiago y en otras grandes urbes fuera de la capital, pero vemos con tristeza e indignación que la mala educación y bajeza de algunos genera daños innecesarios en lugares donde precisamente lo que busca la mayoría de la gente es alejarse y olvidarse por un breve instante —fuera de la actividad física— de estos malos hábitos y ver desde cierta lejanía, que todavía quedan espacios que abren un corto pero necesario paréntesis de quietud de dónde venimos. O, más bien, desde dónde subimos.
El cerro Carbón —que separa las comunas de Providencia, Vitacura y Huechuraba— y cuyo ascenso comienza justo en el sector de la Pirámide —Américo Vespucio con Santa María—, complejo trébol y nudo vial que lo divide del cerro San Cristóbal hacia el surponiente, es un clásico e imperdible breve ascenso que ofrece hermosas vistas de Santiago en todas sus direcciones, además de clásicos de la zona central, como El Plomo y la Sierra de Ramón. Si bien pertenece al Parque Metropolitano —continuación hacia el norte desde La Pirámide—, fuera de una nueva señalética, algunos restos de árboles plantados en un comienzo y unos baños en desuso, no existe control ni menos mantenimiento de sus caminos y laderas (desconozco si hay planes de mejoramiento o de integración con el existente).
En el sitio de Parquemet aparece un link que carga la siguiente página: en ésta no hay mayor información fuera de unos perfiles y tips de ascenso, tiempos y otros, pero de otra institución. Aparte de la noticia de una nueva señalética (2021), no encontré info relevante de caminos u otros.
Volvamos al cerro: aunque erosionado en sus rutas, recibe cientos de visitas cada semana, convirtiéndola en una excelente opción para iniciarse en el senderismo, pues cuenta, entre otros atractivos, con una gran terraza-mirador que se alcanza tras unos 25-30 min de caminata, ideal para gente que comienza a dar sus primeros pasos.
Deporte y entretención
También puede ser una gran arena de entrenamiento, pues sus laderas —siendo breves en longitud— cuenta con pendientes sostenidas, convirtiéndolas así en una buena forma de entrenar e ir superando desafíos personales. Si revisamos las cifras, desde uno de los inicios del recorrido (rotonda, a un costado del colegio Saint George), son aprox. 4,2 kms hasta la cumbre, cubriendo cerca de 690 mts. de desnivel.
Los tiempos de ascenso son relativos, pues hay “máquinas” que en 30 minutos —o quizás menos— ya están arriba, alegan por lo lento que subieron y se devuelven corriendo porque tienen que ir a pintar la casa, mientras que para otros mortales les puede tomar varias horas, disfrutando cada paso relajadamente en el cerro.
Por lo mismo, es frecuente ver a gente de un amplio rango de edades subiendo pesadamente cada día —muchos niños diciendo presente—, no necesariamente hasta su punto más alto, pero seguro como un avance para ir “tomándole” el gustito a las caminatas. Creo que no es algo menor y es digno de destacar dado que los niveles de sedentarismo en el país han ido creciendo de forma alarmante.
Personalmente me llamó la atención la cantidad de gente que subía incluso a diario durante los meses post encierro de las cuarentenas por COVID durante 2020 (el autor de esta nota fue uno de ellos que cumplió no sin gran esfuerzo). Sin duda el hecho de permanecer tanto tiempo sin poder practicar actividad física prolongada ni poder asistir a gimnasios u otros, por ejemplo, a causa de los riesgos de contagio, aforos limitados, etc., fueron gatillantes importantes al momento de tomar la decisión de comenzar a realizar ascensos. Tal vez algunos de ellos dejaron de salir al cerro, pero no creo equivocarme que muchos continuaron.
Desde la cumbre del Carbón y hacia el oriente, existe un amplio filo que conduce directamente a la arista poniente del cerro Manquehue, 1.650 mts, su hermano mayor, a través de una escarpada ladera, o bien por un definido sendero que tuerce levemente hacia el norte y que se une a la vía que asciende desde Los Trapenses, ya en la comuna de Lo Barnechea.
Algunas águilas y, en ocasiones, algunos pocos cóndores se dejan apreciar de vez en cuando desde la cumbre, siendo las primeras bastante frecuentes de ver cuando desde cotas menores toman las corrientes ascendentes y suben trazando una espiral relajadamente, sin batir una sola pluma.
El problema de siempre
Pero —y este es uno de los objetivos principales del artículo—, también el acercamiento de la gente en grandes masas a estas zonas ha traído consigo los mismos problemas que aquejan en general a los ambientes naturales: la basura, la suciedad y los rayados. Este útimo punto es cada vez más lamentable, si no —entre otros— vean lo que ocurrió hace poco con la cúpula del Museo de Bellas Artes.
Cáscaras de frutas, huevos, envases de gel energéticos (los “deportistas”), colillas de cigarro, ahora se agregaron mascarillas y por supuesto papel higiénico —entre otros varios— son ejemplos cada vez más frecuentes del camino y sus entornos. Muchos atribuyen estas acciones a poca educación al aire libre precisamente por la falta de experiencia en terreno, pero la verdad pienso que eso ya no es excusa ni justificativo alguno hoy en día (menos rayar las rocas). De hecho, hay gente con gran experiencia que insiste en dejar papeles higiénicos cubiertos parcialmente por una piedra, negando por supuesto alguna responsabilidad.
A pesar de ser medianamente boscoso —típico de la zona central— hay quienes insisten en hacer fogatas, cortando ramas de los árboles alrededor, con el consiguiente riesgo de provocar lógicamente incendios, pues se trata de árboles que han ido secándose gradual pero sostenidamente debido a la ausencia de lluvias y el “pasto” amarillo perdura incluso en pleno invierno. Sin ir mas lejos, en la cumbre del cerro Manquehe es frecuente encontrar restos de fogatas recientes, alimentados con madera de los ya maltrechos árboles que sufren con los cortes e incluso con el aporte de algunas bancas y señalética que existieron alguna vez.
¿Consecuencias?
¿Qué podría ocurrir? No lo sé, pero no sería extraño que acabe por cerrarse el acceso y que alguna institución cobre por ingresar y así hacer manejo de los residuos de los “visitantes”.
¿Es esa la solución? Claro que no, pero si no hay cambios en el comportamiento y educación de alguna gente, cada vez van a existir más restricciones para ingresar a áreas naturales que siempre estuvieron abiertas.
Lo más probable es que—al pertenecer a Parque Metropolitano—, no lo cierren, pero tengan la seguridad que, si no hay cambios en los hábitos de quiénes dicen apreciar y disfrutar la naturaleza, pronto este hermoso y cercano cerro se convertirá en un triste recuerdo para todos los que realmente lo cuidamos.
*No he olvidado el penosamente conocido asunto de los asaltos en el cerro, a plena luz de día, pero ese será motivo de una nueva nota.
Usamos cookies. Si te parece bien, simplemente haz clic en "Aceptar todo". También puedes elegir qué tipo de cookies quieres haciendo clic en "Ajustes".