Historias, imágenes y relatos

Cerro Carbón: el costo de la cercanía.

Vista del cerro Carbón desde el primer mirador del cerro Los Gemelos, parque metropolitano – San Cristóbal

Cerro El Carbón – 1.365 mts.

El cerro Carbón —que separa las comunas de Providencia, Vitacura y Huechuraba— y cuyo ascenso comienza justo en el sector de la Pirámide —Américo Vespucio con Santa María—, complejo trébol y nudo vial que lo divide del cerro San Cristóbal hacia el surponiente, es un clásico e imperdible breve ascenso que ofrece hermosas vistas de Santiago en todas sus direcciones, además de clásicos de la zona central, como El Plomo y la Sierra de Ramón. Si bien pertenece al Parque Metropolitano —continuación hacia el norte desde La Pirámide—, fuera de una nueva señalética, algunos restos de árboles plantados en un comienzo  y unos baños en desuso, no existe control ni menos mantenimiento de sus caminos y laderas (desconozco si hay planes de mejoramiento o de integración con el existente).

En el sitio de Parquemet aparece un link que carga la siguiente página: en ésta no hay mayor información fuera de unos perfiles y tips de ascenso, tiempos y otros, pero de otra institución. Aparte de la noticia de una nueva señalética (2021), no encontré info relevante de caminos u otros.

Vista de la Sierra de Ramón desde el cerro Carbón, con su sombra proyectada en horas de la tarde.

Volvamos al cerro: aunque erosionado en sus rutas, recibe cientos de visitas cada semana, convirtiéndola en una excelente opción para iniciarse en el senderismo, pues cuenta, entre otros atractivos, con una gran terraza-mirador que se alcanza tras unos 25-30 min de caminata, ideal para gente que comienza a dar sus primeros pasos.

Deporte y entretención

También puede ser una gran arena de entrenamiento, pues sus laderas —siendo breves en longitud— cuenta con pendientes sostenidas, convirtiéndolas así en una buena forma de entrenar e ir superando desafíos personales. Si revisamos las cifras, desde uno de los inicios del recorrido (rotonda, a un costado del colegio Saint George), son aprox. 4,2 kms hasta la cumbre, cubriendo cerca de 690 mts. de desnivel.

Los tiempos de ascenso son relativos, pues hay “máquinas” que en 30 minutos —o quizás menos— ya están arriba, alegan por lo lento que subieron y se devuelven corriendo porque tienen que ir a pintar la casa, mientras que para otros mortales les puede tomar varias horas, disfrutando cada paso relajadamente en el cerro.

Vista desde la cumbre del Carbón hacia el cerro Manquehue en otoño e invierno.

Por lo mismo, es frecuente ver a gente de un amplio rango de edades subiendo pesadamente cada día —muchos niños diciendo presente—, no necesariamente hasta su punto más alto, pero seguro como un avance para ir “tomándole” el gustito a las caminatas. Creo que no es algo menor y es digno de destacar dado que los niveles de sedentarismo en el país han ido creciendo de forma alarmante.

Personalmente me llamó la atención la cantidad de gente que subía incluso a diario durante los meses post encierro de las cuarentenas por COVID durante 2020 (el autor de esta nota fue uno de ellos que cumplió no sin gran esfuerzo). Sin duda el hecho de permanecer tanto tiempo sin poder practicar actividad física prolongada ni poder asistir a gimnasios u otros, por ejemplo, a causa de los riesgos de contagio, aforos limitados, etc., fueron gatillantes importantes al momento de tomar la decisión de comenzar a realizar ascensos. Tal vez algunos de ellos dejaron de salir al cerro, pero no creo equivocarme que muchos continuaron.

Vista al surponiente de Santiago desde la cumbre del Carbón.

Desde la cumbre del Carbón y hacia el oriente, existe un amplio filo que conduce directamente a la arista poniente del cerro Manquehue, 1.650 mts, su hermano mayor, a través de una escarpada ladera, o bien por un definido sendero que tuerce levemente hacia el norte y que se une a la vía que asciende desde Los Trapenses, ya en la comuna de Lo Barnechea.

Algunas águilas y, en ocasiones, algunos pocos cóndores se dejan apreciar de vez en cuando desde la cumbre, siendo las primeras bastante frecuentes de ver cuando desde cotas menores toman las corrientes ascendentes y suben trazando una espiral relajadamente, sin batir una sola pluma.

El problema de siempre

Pero —y este es uno de los objetivos principales del artículo—, también el acercamiento de la gente en grandes masas a estas zonas ha traído consigo los mismos problemas que aquejan en general a los ambientes naturales: la basura, la suciedad y los rayados. Este útimo punto es cada vez más lamentable, si no —entre otros— vean lo que ocurrió hace poco con la cúpula del Museo de Bellas Artes.

Cáscaras de frutas, huevos, envases de gel energéticos (los “deportistas”), colillas de cigarro, ahora se agregaron mascarillas y por supuesto papel higiénico —entre otros varios— son ejemplos cada vez más frecuentes del camino y sus entornos. Muchos atribuyen estas acciones a poca educación al aire libre precisamente por la falta de experiencia en terreno, pero la verdad pienso que eso ya no es excusa ni justificativo alguno hoy en día (menos rayar las rocas). De hecho, hay gente con gran experiencia que insiste en dejar papeles higiénicos cubiertos parcialmente por una piedra, negando por supuesto alguna responsabilidad.

Basura frecuente a un costado de los baños en desuso (no pasa el camión recolector); y rayados en la cumbre.

A pesar de ser medianamente boscoso —típico de la zona central— hay quienes insisten en hacer fogatas, cortando ramas de los árboles alrededor, con el consiguiente riesgo de provocar lógicamente incendios, pues se trata de árboles que han ido secándose gradual pero sostenidamente debido a la ausencia de lluvias y el “pasto” amarillo perdura incluso en pleno invierno. Sin ir mas lejos, en la cumbre del cerro Manquehe es frecuente encontrar restos de fogatas recientes, alimentados con madera de los ya maltrechos árboles que sufren con los cortes e incluso con el aporte de algunas bancas y señalética que existieron alguna vez.

Rayados en la cumbre del cerro Manquehue.

¿Consecuencias?

¿Qué podría ocurrir? No lo sé, pero no sería extraño que acabe por cerrarse el acceso y que alguna institución cobre por ingresar y así hacer manejo de los residuos de los “visitantes”.

¿Es esa la solución? Claro que no, pero si no hay cambios en el comportamiento y educación de alguna gente, cada vez van a existir más restricciones para ingresar a áreas naturales que siempre estuvieron abiertas.

Lo más probable es que—al pertenecer a Parque Metropolitano—, no lo cierren, pero tengan la seguridad que, si no hay cambios en los hábitos de quiénes dicen apreciar y disfrutar la naturaleza, pronto este hermoso y cercano cerro se convertirá en un triste recuerdo para todos los que realmente lo cuidamos.

*No he olvidado el penosamente conocido asunto de los asaltos en el cerro, a plena luz de día, pero ese será motivo de una nueva nota.

© Texto y fotografías: Adolfo Dell´Orto S. @expe.andescontact

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Ascendiendo el volcán Sierra Nevada de las Lagunas Bravas

Sierra Nevada desde Laguna Brava, 4.350 mts. aprox., vista hacia el sur. Febrero 2022.

Ascenso al volcán Sierra Nevada de las Lagunas Bravas

Hacia el noreste del complejo fronterizo San Francisco —ubicado a orillas del salar de Maricunga—, III región de Atacama y en una amplia zona donde abundan montañas que superan la mítica barrera de los 6 mil metros de altitud, se encuentra un escondido volcán, el que registra muy pocos ascensos debido a lo poco conocido que resulta para un gran número de montañeros. Se trata del volcán Sierra Nevada de Las Lagunas Bravas —pedazo de nombre— de 6.127 mts., cuya cumbre se eleva justo en el límite internacional, siendo la parte más alta de un gran macizo de 8 cumbres que sobrepasan los 5 mil metros de altitud.

Escondido

Escasamente visitado —al menos el libro de cumbre indica un último ascenso en 2015— ofrece un viaje sobrecogedor solamente en el acercamiento, pues hay que atravesar extensos arenales, huellas poco definidas, conducción literalmente sobre el lecho de un río (río Negro) en un tramo y lagunas de color turquesa impresionantes.

Bien vale la pena guardar un par de días extras para continuar con el viaje hacia el norte para poder acercarse, rodear y apreciar genuinamente estos impresionantes cuerpos de agua salobres de altura, que se mantienen también escondidos al recibir pocas visitas generales.

Campamento base Sierra Nevada, aprox. 5150 mts.

No es simple llegar hasta el campamento base de esta montaña, pues hay que internarse por un antiguo camino minero desde donde extraían azufre varios kilómetros adentro y luego buscar alguna pasada sobre un portezuelo donde se supone que debe haber alguna tímida marca de ruedas que baja hacia un arenoso y apartado valle. Es fácil decepcionarse al ver el cerro a lo lejos, pues al no haber un camino ni huellas claras queda la impresión de que hay que caminar desde ese alejado punto, desmoralizando incluso a los más fuertes.

Tras encontrar estas marcas, se gana algunos cientos de metros a través de rocas, arena y más rocas, lo que no se traduce en un gran avance, pero se agradece igualmente.

Acampando

El campamento —dependiendo cuál se escoja— es un lugar muy lindo, relativamente protegido por un morro de rocas y al pie del camino hacia la montaña. No hay agua pero es posible encontrar algunos neveros alejados para obtenerla.

La ruta es, en palabras simples, eterna. Sí, no termina nunca. Son cerca de 18 kms. hasta la cumbre, lo cual no se traduce necesariamente en un problema o un motivo para ni siquiera intentarlo, si no lo que se oculta tras muchísimas horas de marcha. Pero no nos adelantemos.

Primeras horas de luz en el volcán, aprox. 5.650 mts. Vista hacia el sur.

La marcha no es muy diferente al resto de los ascensos en la zona: arena, piedras, viento, tramos de nieve y frío, sólo que ahora es inusualmente extenso, pero no es muy distinto. Algunas lagunas, franjas de penitentes que deben ser rodeados y que aparentan no terminar nunca y —reconozco fue duro—, algunas bajadas a valles donde se perdía altura, teniendo que obligadamente volver a recuperar esos metros una y otra vez.

El cerro

El sol aún no salía, pero las primeras horas de luz que aclaraba tímidamente la negra silueta del Sierra Nevada desde el oriente indicaba inequívocamente que la montaña seguía aún muy lejos de alcanzar, pero con la energía y, sobre todo, motivación para continuar no resultaba un problema. Y la verdad nunca lo fue, sí, pero no digamos que el cerro se dejó subir tan fácilmente.

Finalmente la cumbre se deja apreciar tímidamente a la distancia.

 

Irritación —o  más bien, envidia— a más no poder nos causó ver unas borrosas marcas de 4×4 cerca de la base del volcán, luego de varias horas de marcha. Por las dimensiones de las huellas y separación de las ruedas debió tratarse de un Unimog que tal vez cruzó desde Argentina, porque al menos desde Chile nunca pudimos entender desde dónde provino…montañismo del siglo XXI.

Ya de día y con el sol de frente que molestaba bastante, alcanzamos la base del volcán y subimos pesadamente por unos tramos de roca descompuesta y nieve. Por fin pudimos visualizar lo que quedaba de camino hacia la cima. Se veía clara, limpia y hermosa, en un día aún más claro, limpio y hermoso. Revisamos la ruta de los GPS y lo comparamos con un relato de referencia (Andeshandbook) y comprendimos que, aunque es cierto que restaba mucho trabajo aún, lo más duro quedaba atrás.

A pesar de la gran altitud, en días soleado y sin viento el calor puede resultar intenso.

Ingenuidad pura.

Calor y más calor

Mucha nieve y sol fueron compañeros inseparables durante esas interminables e insufribles horas sobre los casi 5.900 mts. de marcha tratando de alcanzar el cono que indicaba el final del cerro. El calor —¿a esa altitud?, válidamente se preguntarán— insoportable. Así es. Reitero: insoportable. ¿No me creen? No me importa; era insoportable. ¿Viento? cero brisa y no llevamos ni un abanico. Los gorros nos cubrían —era que no— la cabeza, pero el glaciar y los neveros reflejaban todo los rayos que generosamente enviaba el sol.

Pero ya faltaba poco. Sí, es cierto.

Pero recordemos lo mencionado algunas líneas párrafos arriba “(…) si no lo que se esconde tras varias horas de marcha”.

Para no creerlo. Broma, chiste de mal gusto. Y eso que no se ve tan lejos.

Muy simple: el mentado relato indicaba la presencia de una bajada desde lo que se presumía era la cumbre para luego volver a subir, trámite que no debía tomar —según aquellas líneas— 45 minutos a 1 hora. El asunto es que esto era luego de muchísimas horas de ininterrumpida marcha, por lo que agregar ahora esos minutos era, en el papel, mentalmente agotador. Pero había que terminar.

La sorpresa

Grande fue la impresión al encontrarse con este último tramo.

¡Pero cómo podía ser así! La imagen no se ajustaba nada a lo que veíamos en la publicación. “Pero lógico que nunca es así”, dirán uds., sí, ok, pero no, no lo esperábamos; para qué voy a mentir.

¡Cumbre Sierra Nevada!

En fin, la mejor sonrisa y a ponerle bueno. ¿Si pensamos en devolvernos? Sinceramente, ganas no faltaron pienso, pero no le dimos la oportunidad a que esa opción nos envenenara la cabeza. Había que hacerla “shorty”.

Felices finalmente

Ni tanto. Igual fueron más de 2 horas, más yo creo, hasta la cumbre, pero no fue tan atroz, fíjense. ¿Y la cumbre? linda ella, nada que decir; tremendas vistas en 360 grados. Lo pesado era bajar ese último tramo para luego volver a subir. Eso sí que sonaba feo, pero tampoco fue tanto; fue más ruido al final que otra cosa.

La bajada fue larga, muy larga y ventosa en ocasiones, pero la tarea estaba parcialmente terminada, pues sólo restaban algo así como 18 kms para regresar al campamento…una cosa poca.

Ya de noche y con algo de luna alcanzamos nuestras sintéticas moradas, para devorar algo rápido y perderse dentro de los sacos de dormir hasta el día siguiente.

 

Aún quedaba otro 6 mil.

Febrero 2022.

Laguna camino de regreso al camp.

 

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Cajón del Bello: glaciares y montañas

Cajón del Bello; vista hacia el sur, aprox. 4.800 mts., con el cerro Marmolejo (6.180 mts.) de fondo. Foto: Adolfo Dell´Orto, 2021

Cajón del Bello

El Cajón y glaciar del Bello —al norte de las termas del Flaco y justo donde nace el río Yeso, Cajón del Maipo— es un glaciar de montaña que recorre el valle del mismo nombre de norte a sur, rodeado de grandes pero poco frecuentados cerros, pues los accesos y también el poco conocimiento de ellos hacen que este sea un lugar con reducidas visitas en general. 
Se trata de un glaciar que cubre un área de aprox. 3,6 km2, alrededor de 336 hectáreas hacia el año 2020, con un retroceso aprox. de -1.02 km2 comparado con los datos registrados en 1986 (1). Los glaciares que alimentan este valle son el Yeso y Pirámide, que caen desde el noreste y sureste, respectivamente.
Algunas de las montañas que encierran a esta masa de hielo, son:
  • Bello, 5.230 mts.
  • Cuerno Blanco, 5.038 mts.
  • Punta Hoff, 4.882 mts.
  • Yeguas Muertas, 4.812 mts.
  • Punta Kobe, 5.067 mts.

 

Laguna Los Patos, vista hacia el sureste. Foto: Adolfo Dell´Orto, 2017

La laguna de los Patos, ubicado algo más al norte de los baños del Plomo y por la ribera oeste del río Bello, es una típica, hermosa y simple caminata desde las termas, pudiendo apreciarse desde su punto más alto algunas de las montañas que componen este cajón.

Glaciar Pirámide; vista hacia el noreste. Foto: Adolfo Dell´Orto, 2018

El cajón del cerro Pirámide (5.448 mts), paralelo hacia el este al cajón del Bello, aporta hacia el valle desde sus escarpadas paredes de orientación sur y suroeste con sus hielos que reptan desde lo alto hacia el sureste, siendo parte también del Bello. Aunque cuenta con un acceso muy cercano a los baños o termas del Plomo y ofrece un hermoso trekking, recibe muy pocas visitas debido a la poca claridad en el inicio del valle, siendo poco visible y evidente desde la base para recorrerlo.

Glaciar Pirámide, Foto: Adolfo Dell´Orto, 2018

A pesar de sus aspecto rocoso, bajo algunos centímetros (30-100 cms aprox.) de roca, piedras y tierra, se encuentra un glaciar de aproximadamente 50 metros de espesor en promedio, que recorre valle abajo cerca de 6.5 kms. (2) y que converge hacia el cajón del Bello. En este punto ya no es posible apreciar hielo en la superficie, pero bajo una gruesa capa de rocas y material arrastrado de las laderas superiores, sí es factible encontrar hielo mezclado con rocas (glaciar rocoso).

Vista hacia el noreste, desde faldeos del cerro Cuerno Blanco (5.038 mts). Foto: Adolfo Dell´Orto, 2022
Desde la cabecera del Cajón del Bello —hacia el norte— donde se arrastran lentamente los hielos hacia el sur, es posible apreciar montañas que no son visibles desde el valle central, no sólo por su lejanía o ubicación geográfica, si no por estar en caminos o predios donde no siempre es posible acceder por múltiples restricciones, pero que sin duda son dueñas de un tremendo valor escénico. 
  •  Cerro Aconcagua, 6.963 mts.
  • Cerro Chimbote, 5.493 mts.
  • Cerro Polleras, 5.993 mts.
 
Fuentes:
  1. https://www.glaciareschilenos.org/retrospectiva-glaciar/glaciar-bello/
  2. https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/117952

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¡Cumbre volcán Sajama, 6.542 mts!

Vista hacia el poniente (Chile), con los Payachatas de fondo, desde la cumbre del Sajama.

El día 14 de julio alcanzamos la cuarta y última montaña de 6 mil metros planificada, cerrando así un viaje de casi 20 días nada menos que con la máxima altura de Bolivia, el nevado Sajama, un tremendo coloso que se eleva 6.542 mts. sobre el nivel del mar, emplazado en medio del altiplano boliviano, solo, sin montañas que le hagan sombra alrededor.

Participantes: Renato Mertens, Francisco Carrasco, Adolfo Dell´Orto y Mario Pérez.

Volcán Sajama, desde el pueblo del mismo nombre.

Tras subir el volcán Acotango 3 días antes, decidimos tomar un día de descanso visitando por la mañana los geysers de Sajama y en la tarde las espectaculares termas del mismo nombre, un espacioso lugar abierto que invitaba a pasar mucho tiempo en el agua caliente. Y de verdad no daban ganas de salir, porque son realmente agradables.

Mirador de los geysers.

El descanso

Más que descanso —que ayudó mucho, claro— la decisión pasó más que nada por evitar una noche en un campamento intermedio ubicado a 4.700 mts. que no aportaría tanto considerando que contábamos con aclimatación previa, por lo que sólo sería desgaste movilizar equipos y otros por una sola noche. Al día siguiente habría que caminar más, sí, pero hay más ganancia en dormir bajo que alto. Debíamos, por tanto, ascender desde el hostal ubicado a 4.250 mts hasta los casi 5.700 mts del campamento alto. Todos los ascensos organizados por Mario Pérez —guía boliviano y propietario (junto a Ana) del hostal donde nos quedamos— incluyen uso de porteadores, sin excepción, por lo que el ascenso hasta aquel punto resultó bastante más amistoso. No escuché quejas por ello.

Los Queñoales, punto de inicio del trek hacia, primero, el campamento base y luego al campamento alto.

Acercándonos

El sector donde comienza el sendero hacia, primero, el campamento base del Sajama, denominado Los Queñoales, se caracteriza por tener una cantidad tremenda de Queñoas o keñua (Polylepis tarapacana), un árbol de altura que crece en esos desolados parajes, alcanzando varios metros de altura. Una vez iniciado el ascenso, el camino transcurre por una estrecha quebrada que va ganando metros progresiva y suavamente, hasta alcanzar el campamento base, un amplio valle plano y cómodo para acampar, siempre bajo la mirada atenta del volcán, quien cierra este valle con su imponente cara oeste.

Tras un breve descanso, retomamos la marcha hacia una opción de campamento intermedio, llamada “23 de marzo”, lugar donde almorzamos y descansamos unos instantes. El camino hacia el campo alto es una débil huella sobre arenales y algunos tramos de acarreos, fuertemente azotado por el viento debido a su configuración, propios de una canaleta.

Vista a la cara oeste del Sajama desde el campamento base, 4.700 mts.

A 5.700

El campamento alto se ubica sobre un estrecho portezuelo, suficiente para albergar cerca de 6-7 carpas, provista de nieve y protegido por un peñón de roca que evita que sea aún más ventoso. Saldríamos a la cumbre Mario (guía), Renato y quien escribe. Francisco había resuelto días antes permanecer en el campamento

A la 1 am sonaron los despertadores y, con la cara llena de risa, nos levantamos. A pesar del viento constante, logramos dormir algunas horas. Listos, todos afuera y a las 2:20 estábamos ya en marcha. La noche era negra y solo se veía algunas luces esparcidas por la amplitud del valle a los pies de la montaña. La primera parte del cerro era un sendero de arenas firmes, por lo que en menos 40 minutos ya estábamos a los pies de la canaleta, un tramo breve de nieve dura y algo de hielo que da la impresión de ser más empinada de lo que aparentaba. Aun así, debíamos superar sus escalonados pasos con el debido cuidado.

Campamento alto, 5.700 mts.

La arista —la sección más entretenida del volcán— provista de algunas trepas y varios rodeos en roca y que debido a la oscuridad de la noche daba la sensación de verticalidad en algunos aéreos pasos, fue superada también en poco tiempo, aunque ahora con más viento durante su ascenso. Ya cerca de las 5 estábamos a los pies del cono, sobre los 6 mil metros de altitud.

Con las primeras luces del amanecer y ya sobre un infernal campo de penitentes, la cumbre comenzaba a asomarse de a poco. O eso creíamos, porque a cada tanto aparecía otro cono cimero. Y otro.

Proyección de la sombra del Sajama hacia el poniente, con los primeros rayos de la amanecida.

Sobre los 6.250 mts., los penitentes dieron tregua y pudimos avanzar sobre nieve dura, limpia y pareja, lo que ayudó bastante en los últimos metros, no sin antes tener que rodear una enorme y profunda grieta que cortó nuestro victorioso avance. Tuvimos que cruzarla sobre lo que en principio creíamos era un dudoso puente de nieve, pero tuvimos que reconocer que fuimos prejuiciosos con dicho puente, pues atravesamos el obstáculo ida y vuelta sin ningún problema.

La cumbre

Ahora sí; cumbre a la vista. Sabía de lo amplia que era la cima de este volcán, pero mis cálculos y referencias fotográficas quedaron definitivamente cortas: ¡es enorme! 3, 4, 5 canchas de fútbol, no sé, pero es realmente grande y plana. Y fría. Y ventosa. Un par de fotos y de regreso al campamento. Renato conseguía su seismil número 30 y Mario como su 5.000, no sé, pero muchos Sajamas. Un gusto nuevamente haber alcanzado otra cumbre con Renato y haber seguido a Mario en este ascenso.

Bajamos el cono, destrepamos la arista y la canaleta, para así estar al mediodía de regreso en el campamento alto. Desarmamos todo y de regreso por la misma huella que el día anterior nos recibió cargado de ilusiones mientras ascendíamos por esta hacia cotas mayores. Estas no son sólo palabras clichés —que lo son, ciertamente—, si no para quiénes suben montañas y, sobre todo al día anterior a la cumbre, el sendero es uno de los pocos testigos mudos de los miles de pensamientos que se cruzan y aparecen en la mente a medida que se gana cada metro durante la subida; ¿será muy pesado? ¿será muy difícil? ¿podré subir?, etc. Un monólogo interno que no calla y alienta como atormenta.

¡Cumbre Sajama!

En fin, da para otro tema. Lo cierto es que en esta oportunidad sí alcanzó y todas esas ideas fueron silenciadas al momento de pisar el punto más alto de la montaña.

Cerca de las 6 de la tarde estábamos ya en el vehículo que nos trajo de regreso al hostal de Mario y Ana, para devorarnos esa deliciosa comida e irnos a dormir con la felicidad y satisfacción de la cumbre obtenida y de un tranquilo retorno.

Sábado: regreso a la aduana —con un tipo muy desagradable del SAG exigiendo los formularios de entrada—, transfer a Arica y domingo descanso en el hotel esperando el vuelo de regreso. Casi 20 días de viaje y ascensos por el altiplano chileno-boliviano.

Felicitaciones a Renato, Francisco y un gusto haber trabajado y compartido con Mario. Y agradecimientos a la atención y comidas de Ana; al power cargando equipo del “che” Gary y sobre todo Aurelio y por supuesto a los inolvidables ladridos nocturnos de Suki y…seguro se me pasó alguien.

Adolfo Dell´Orto S.
Julio 2023

 

 

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Taruca, el desconocido y desprotegido huemul del norte

No muy buena imagen de 2 ejemplares de Taruca, en los faldeos del volcán Tacora, XV región de Arica y Parinacota, octubre 2021. Foto: Adolfo Dell´Orto S.

La Taruka: desconocido y desprotegido ciervo del norte

Este ciervo se denomina taruca o huemul del norte Hippocamelus antisensis. Su nombre proviene de la palabra “huemul” que es de origen mapuche y en realidad corresponde a la otra especie de ciervo de este mismo género (Hippocamelus), mientras que la palabra “taruca” de origen quechua (taruka=venado) y aymara (taruka=venado pequeño).*

En octubre de 2021, subiendo por el antiguo y deteriorado camino al volcán Tacora, de 5.890 mts., en cuyas laderas sobre los 5.000 mts de latitud se encuentra una antigua y abandonada mina azufrera, tuve la oportunidad de ver por primera vez a este ciervo que solo había leído sobre su existencia y visto algunas fotos.

Ascendiendo en 4×4, a  la distancia pude ver algo que se movía sobre unas antiguas construcciones de roca, abandonadas y destruidas, a unos 4.700-4.800 mts. de altitud. No tenía el color de guanacos o vicuñas, siendo estas últimas bastante abundantes en esta zona a pesar de la caza furtiva de “chuteadores”, como se les denomina a estos forajidos que cruzan la frontera desde Perú en busca de su carne y sobre todo, pelaje. Era algo diferente, sin duda.

Detuve la camioneta, tomé la cámara, me acerqué lo que más pude para evitar que huyeran y con un lente de 300 mm. traté de enfocarlas para reconocerlas. A pesar de la gran distancia que nos separaba, con seguridad el ruido del motor las alertó previamente quedándose quietas. Aun así,  pude distinguir a 2 figuras de color gris que miraban hacia donde nos encontrábamos. Sabía de la existencia de este ciervo en estas latitudes, pero no esperaba verlas de ninguna forma, para qué voy a mentir

Octubre 2021. Foto: Adolfo Dell´Orto S.

Una vez que se “relajaron”, comenzaron a saltar, a moverse en círculos y, luego de algunos movimientos más, se quedaron quietas nuevamente; nos volvieron a mirar y arrancaron, perdiéndose ladera arriba, siendo imposible volver a reconocerlas otra vez.

Las imágenes que pude captar son bastante deficientes pero me sirvieron para conocerlas “en vivo”, puesto que se trata de una especie —varía según el autor y estudio al parecer— en peligro de extinción o vulnerable.

Cualquiera que sea su condición, pienso que es evidente que debería estar dentro de alguna donde exista la protección adecuada para ejemplares que ven amenazados su hábitat, principalmente —y, como es casi siempre—por la acción humana, que progresivamente reduce su espacio, además de cazadores furtivos, entre otros.

Les dejo un interesante link, con muy buena información y excelentes imágenes.

*: https://educacion.mma.gob.cl/wp-content/uploads/2015/09/LaTaruca_HuemulDelNorte.pdf

Octubre 2021. Foto: Adolfo Dell´Orto S.

 

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¡Cumbre volcán Tupungato – 6.585 mts!

Camino a la cumbre del Tupungato, 12 marzo 2023 (Foto: Adolfo Dell´Orto S.)

Cumbre Volcán Tupungato – 6.585 mts.

El día 12 de marzo alcanzamos la cima de este imponente volcán, ubicado en el límite con Argentina, en pleno corazón de Los Andes centrales de Chile.

Este viaje debió haberse realizado la primera semana de enero, pero fue aplazado por mal tiempo; solo recordar los aluviones en el Cajón del Maipo durante esos días debido a lluvias en altura. Se esperó hasta último momento y el tiempo acompañaba, por lo que solo quedaba confirmar a Marcelino (arriero), ordenar el equipo, comprar la comida y partir.

Día 1:

Salimos de Santiago relativamente temprano, ya con los primeros tacos de inicio de año escolar, reuniéndonos casi a la hora acordada en Alfalfal. Nos juntamos con Marcelino al final del camino vehicular (puente cortado en Chacayar), ordenamos, dejamos listas las cargas para las mulas y comenzamos la marcha de aproximación.
Bastante caluroso el día, pero a medida que ascendíamos por el cajón —bordeando el río Colorado— se podía sentir algo de brisa en la cara, de otra manera hubiera sido de verdad asfixiante.

El camino transcurre por senderos bien definidos, ganando altura lentamente hasta el sector de Baños Azules o Pozones, donde hay que bajar desde la llanura superior para luego cruzar el río Museo y ascender hasta una arista que obliga a bajar nuevamente, cruzar el río Azufre —caudaloso y siempre con ese color chocolate— para otra vez volver a subir.

Último tramo antes de alcanzar el primer campamento (Aguas Buenas). (Foto: Adolfo Dell´Orto S.)

Un nuevo valle que se estrecha hacia el sureste, flaqueado por paredones verticales de estratos y que vuelve a abrirse tras pasar por una cerca, deja al grupo en el campamento 1 —Aguas Buenas—, protegido sector, provisto de un cobertizo de los arrieros y con una parrilla que invita a sentarse en torno a un asado. Y así fue; devoramos lo que sería el último lujo antes de entrar al verdadero terreno montañoso.

Día 2

Orden de equipo, carga de animales, algunas fotos a los cururos que se asomaban fuera de sus galerías e inicio de nueva marcha, sobre un amplio valle que se dividía en 2 luego de un par de horas de caminata. Nunca deja de impresionar la vista del  cerro Chimbote, de 5.493 mts., al final del Cajón de los Perdidos.

Sebastián, Armando, Teresa, Caherine y Pablo con el cerro Chimbote de fondo, un cerro que solo se logró alcanzar la cumbre en 2011, por la cordada Farías-Fainberg. (Foto: Adolfo Dell´Orto S.)

Tas unas 2,5 horas de marcha aparece la primera vista del Tupungato, hacia el sureste, dejando en claro que el ascenso no iba a ser breve ni menos simple, pero verlo ya constituía una emoción tremenda.

Una vez atravesado el famoso “Mal Paso”, que esta vez no fue tan malo como en otras oportunidades, se alcanza el campamento Vega de los Flojos, un hermoso y amplio lugar para acampar, teniendo como telón de fondo las glaciadas laderas del cerro Sierra Bella —5.275 mts.— quien, a pesar que ha perdido dramáticamente hielo de sus laderas, sigue siendo una montaña realmente linda.

El campamento Perdices, a 3.700 mts. aprox, es unlugar cómodo y muy lindo para pasar la noche. Protegido por algunas rocas y con agua a mano, es un excelente lugar para pasar la segunda noche.

Campamento Perdices, aprox 3.700 mts. (Foto: Adolfo Dell´Orto S.)

Día 3

Luego de una agradable noche bajo un estrellado cielo y tras ordenar las cargas para que Marcelino las subiera al campamento Penitentes (4.400 ms.) e incluso un par más hasta el siguiente, reanudamos la marcha. El terreno era bastante pedregoso —lecho del estero— pero en poco tiempo alcanzamos el sendero que baja desde el volcán mismo. Progresivamente íbamos ganando altura, lo que permitía admirar las montañas de fondo, como el Sierra Bella y ahora el Polleras (5.993. mts.) —pedazo de cerro—, hacia el norte, entre otros.

Cerros (izq. a der.) Polleras y Sierra Bella, tomada desde el sendero que conduce hacia el campamento a 5.150 mts. Vista hacia el noreste (Foto: Adolfo Dell´Orto S.)

 

Día 4

Tras otra agradable noche ahora en el campamento penitentes, nuevamente ordenamos todos los equipos y cargamos las mochilas, dejando ordenadas las cosas que iban a permanecer hasta nuestro regreso. Ascendimos por un sinuoso y suelto sendero hasta el siguiente campamento.

Luego de superar este tramo, encontramos un valle de altura provisto de varias pircas, siendo una muy buena alternativa para montar campamento. El último tramo del camino fue a través de una huella bien definida sobre una ladera que ganaba en pendiente mientras ascendíamos, la que nos dejó en el campamento ubicado a 5.150 m aproximadamente. Una amplia explanada con algunas pircas, bastante agua y buena vista hacia el norte y oeste, fueron nuestro refugio durante las siguientes 3 noches.

Vista hacia el Aconcagua, la mayor altura de América (6.963 mts.). (Foto: Adolfo Dell´Orto S.)

Día 5

Ese día vimos diferentes opciones en la estrategia para alcanzar la cumbre: una de ellas era portear equipo hacia el siguiente campamento ubicado 5.650 m para luego retornar  y, al día siguiente, tomar el resto del equipo y acampar en la altitud antes mencionada. La otra opción que fue la que finalmente acordamos todos, consistía en portear el resto del equipo al campamento de altura para luego —al día siguiente— descansar en el campamento a 5.150 mts. Esta es una buena opción para poder descansar a una altitud menor.

Día 6

Día de descanso, de hidratación y comer en abundancia; preparación de equipo para el día de cumbre e ir a dormir temprano. Ansiedad.

Primeros rayos solares, alumbrando a los cerros Sierra Bella, Polleras y Polleritas. Vista hacia el noreste.

Día 7 (de cumbre):

Y llegó el día. Despertadores a las 3 am. A pesar de la cantidad de horas en el interior del saco de dormir, pocos durmieron bien: ansiedad, nerviosismo, ganas. Café, algo para comer y salimos algo después de las 4:40 am. Seguimos las luces de un grupo de argentinos que habían llegado al campamento el día anterior y continuamos la marcha juntos. Antes de las primeras luces del amanecer, el grupo se tuvo que dividir momentáneamente para luego volver a reunirnos después de un rato. Lindo día, poco fría la amanecida y buen paso hacia los pies de la canaleta, famoso estrecho corredor que gana altura progresivamente entre piedras, neveros y penitentes que no obstaculizaban tanto la marcha.

 

Catherine y Teresa en la cumbre del volcán Tupungato; poco antes Sebastián y Pablo la habían alcanzado, pero el fuerte viento les impidió esperar al resto (Foto: Adolfo Dell´Orto).

Ya sobre la explanada y tras dejar la canaleta, el viento comenzó a soplar intensamente —no muy frío— pero sin dar tregua. Saludamos a los argentinos que hicieron cumbre previamente y seguimos hacia el filo que conduce a la cima de norte a sur. Hacia el este el viento era menos intenso debido a que la artista nos protegía, pero al asomarnos levemente sobre ella, se volvía a sentir con fuerza. Los primeros en hacer cumbre (Sebastián y Pablo), llegaron unos 45 antes y nos topamos cerca de la cumbre chilena. Otros 45 minutos más y la cumbre ya estaba bajo nuestros pies. Solo un par de fotos, videos y a emprender la bajada. Teresa y Cathy felices a más no poder.

Algunas nube que acompañaron el camino, mientras el grupo desciende a los pies de la canaleta. Fotos: Adolfo Dell´Orto.

Algunas nubes rodearon el cono cimero mientas descendíamos, pero se concentraron principalmente sobre el campamento —1.400 mts más abajo—, por lo que no fue un obstáculo. De hecho, dejó ver unas imágenes muy lindas que generaba el contraste entre nubes, cerro y cielo.

Descenso de la canaleta y nubes de fondo.Ya de regreso al campamento, algo rápido para comer y a descansar. Fue una larga jornada que tomó varias horas y metros de desnivel, pero la satisfacción de haber alcanzado el objetivo fue superior a todo el cansancio, frío y dificultades vividas durante el camino hacia el punto más alto.

Día 8

Levantamos campamento y dirigimos la marcha hacia campamento Penitentes donde, luego de comer e hidratarnos, continuamos el camino hacia el siguiente campamento —Perdices—, para pasar la noche a menor altitud y en un más cómodo y protegido emplazamiento. Extendimos unos nylon en el suelo, sacos de dormir y a mirar el cielo estrellado.

Día 9

Muy temprano Marcelino y Nacho pasaron con las mulas para recoger la carga dejada en Penitentes, por lo que ordenamos las cosas que íbamos a dejar para que él recogiera después y reanudamos la marcha hacia Aguas Buenas, último campamento antes de regresar a Santiago.

Lindo día, algo de viento que hizo menos calurosa la jornada y ciertamente con la tremenda satisfacción de la cumbre conseguida. Y los pensamientos que se cruzan en el monólogo interno mientras se camina son siempre —o casi— los mismos: la felicidad de la cima. Más allá del cansancio del viaje y del duro día anterior, el sentimiento de bajar con la cumbre es difícil de transmitir a través de estas líneas. No se trata sólo de un número que engrosa el listado de cumbres anotados en una hoja, es un trabajo que comienza muchas semanas antes y estar en el cerro intentando esa cumbre  sólo es la consecuencia de lo anterior. Insisto, es difícil —o no sé cómo— llevar a palabras ese sentimiento.

En fin. Algunas horas de marcha y Aguas Buenas, último campamento donde nos esperaba un maravilloso asado —por preparar—, cervezas, bebidas, etc. Para no creerlo.

De izq. a der.: Catherine, Marcelino, Pablo, Nacho, Sebastián, Armando y Teresa esperan ansiosos un más que merecido asado post cumbre…¡maravilloso! (Foto: Adolfo Dell ´Orto).

Día 10

Y llegó el último día de este extraordinario viaje. Orden de equipo, carga de mulas y a caminar. Algunas horas de marcha por el mismo camino que habíamos iniciado 10 días antes cargados de ilusión y sueños. Ahora devolvíamos los pasos con la pega hecha, sin novedad alguna y una felicidad indescriptible. Arriba de los autos y a la espera de una más que merecida ducha.

Marzo 2023

Sebastián, Pablo, Marcelino, Armando, Teresa, Catherine y Adolfo, última foto grupal antes del regreso. Foto: Nacho.

 

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¡Cumbre cerro El Plomo – 5.450 mts!

Cumbre cerro El Plomo!😁

Con un día realmente espectacular, cero frío y casi nada de viento, conseguimos la cumbre de este mítico cerro, símbolo de valle de Santiago y objetivo de muchos quienes intentan por vez primera grandes alturas.

Comenzamos el ascenso un día sábado, encontrando muchísimas carpas en el campamento Federación (4150 mts.). Al bajar de la cumbre el domingo quedaban muy pocas, por lo que fue especial estar prácticamente solos durante ese día. Al regresar a Santiago el día lunes, nos topamos apenas con unas cordadas motivadas.

Felicitaciones a Benjamín y Krasna por su primera cumbre y Alejandro nuevamente por la pega.

 

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Imágenes Cerro San Ramón

Cerro San Ramón

Algunas imágenes del cerro San Ramón (3.125), comenzando muy temprano desde El Remanso (cercano a San Carlos de Apoquindo). Había granizo acumulado en las laderas debido a las precipitaciones del día anterior (12 noviembre 2022), pero ya para la tarde no quedaba casi nada. Ventoso desde que alcanzamos la arista que conecta el Tambor (2.893) con el San Ramón y muy frío en el último tramo previo a la cima.

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Camino al volcán Tupungato

Camino al volcán Tupungato

El cajón del río Colorado, además de ofrecer un trekking espectacular durante sus largos kilómetros de marcha, entrega verdaderas postales por las montañas que lo rodea —muchas de ellas que registran pocas visitas—, pudiendo apreciar desde las alturas de este extinto volcán un paisaje verdaderamente sobrecogedor de los Andes centrales.

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