Desde junio de 2024 comienzan nuevos ascensos al volcán Sajama, la mayor altura de Bolivia. Son 9 días de viaje donde también ascenderemos, como parte del proceso de aclimatación, el volcán Acotango, de 6.053 mts. Además tendremos la oportunidad de relajarnos y descansar en las espectaculares termas de Sajama, cercanas al pueblo del mismo nombre.
Acompáñanos en este maravilloso ascenso y viaje por el altiplano boliviano. Consulta por cupos.
Desde el 20 a 29 de enero visitamos la zona de la Puna de Atacama, III región de Atacama, para realizar el ascenso al volcán Ojos del Salado, de 6.893 mts., el volcán más alto del mundo, la cumbre más alta de Chile y la segunda de América.
Luego de reunirnos en Copiapó, viajamos aprox. 3 hrs. junto a Constanza, Carolina, Soledad y Carlos (País Vasco), más el apoyo del clásico Feña Opazo hasta el refugio en Laguna Santa Rosa (3.750 mts.), donde comenzaríamos el proceso de aclimatación desde estas cómodas instalaciones. Luego de dejar bolsos y otros en el refugio Flamenco —espaciosa cabaña para 7 personas—, realizamos al segundo día el primer trekking hacia el cerro 7 Hermanos (4.890 mts), alcanzando la cumbre en un soleado y cálido día luego de algunas horas. Al regreso, Feña nos esperaba con abundante comida, refrescos y, ciertamente, algunas cervezas, etc. Muy lindo día.
Cumbre cerro Santa Rosa, 4.850 mts.
Campamento base
Al tercer día ordenamos y volvimos a cargar las camionetas para trasladarnos hasta Laguna Verde (4.300 mts), donde montaríamos el campamento base —provisto de termas— hasta el término del viaje. No había tanta gente como suele ocurrir en esta fecha, en plena temporada alta. Silio, el “alcalde” de Laguna Verde, nos reservaba algunas pircas para montar las carpas, así que fue mucho más rápido poder dejar listo y operativo el campamento.
En Tejos
Al día siguiente fuimos en camioneta hasta el campamento Atacama (5.300 mts), donde iniciamos una caminata de altura hasta el refugio Tejos (5.800 mts), también como parte del proceso de aclimatación, ganando altura de forma gradual. Excelente tiempo; sin viento como pocas veces, por lo que pudimos disfrutar de un agradable día. En el refugio pudimos descansar y, aprovechando el sol, incluso pudimos estar afuera de éste sentados mirando hacia el imponente Ojos del Salado. Inolvidable.
Primer 6 mil
Al 5° día nos dirigimos muy temprano hasta el Paso San Francisco (4.700 mts.), hito fronterizo con Argentina, para realizar el ascenso al volcán San Francisco, de 6.018 mts, luego de una tarde y noche anteriores con algo de granizo en el campamento de Laguna Verde. ¿La montaña? Nos esperaba completamente blanca, desde su base hasta la cumbre.
Tremendo día, con un imponente sol que hizo en ocasiones algo agobiante el ascenso cuando no soplaba viento —a más de 5.500 mts de altitud—, y con un cielo completamente despejado.
Tras poco más de 5 horas de marcha alcanzamos la cima de este apacible pero exigente volcán, acompañados por un gran grupo de montañistas rusos, guiados por Mario Sepúlveda, también alcanzando la cumbre.
Esta montaña fue mudo testigo del primer ascenso a un 6 mil de Coni y Caro quienes a paso tranquilo pero firme llegaron muy emocionadas a su cumbre. Minutos antes y aún en el sendero de subida, Carlos, en un simple y simbólico gesto, dibujaba en el camino una línea inédita para ellas que señalaba los 6 mil metros, barrera que cruzaron con mucha alegría.
Por su parte, Sole sumaba su tercer 6 mil y segundo ascenso a este volcán, mientras que Carlos conseguía su segunda cima sobre los 6 mil metros. Algunas fotos, mucha emoción y alegría en el punto más alto de esta montaña.
Tras cerca de una hora en la cumbre, comenzamos el descenso, acompañados ya de algunas nubes que presagiaban el escenario siguiente: una gran tormenta eléctrica proveniente desde el sur y que volvía más espectacular la jornada. Ya de regreso en el campamento base, nos preparamos para un buen baño termal y una recuperadora comida antes de ir a descansar.
Descanso y confiando en el tiempo
Luego de un día de merecido relajo en el campamento, nos preparamos para el objetivo principal del viaje: Ojos del Salado quien, con sus 6.893 mts. de altitud, constituía un reto de palabras mayores. Como ya es habitual en este tipo de ascensos, contando con la aclimatación adecuada previa es posible intentar cumbre desde Laguna Verde (4.300) en lugar de hacerlo desde cotas más altas, pero hay que comenzar el día algunas horas antes para poder dirigirse primero hacia el campamento Atacama y luego al refugio Tejos (5.800), punto desde donde descendemos del vehículo para comenzar la marcha.
Debido a la inestabilidad climática en las tardes que estaba viviendo la zona los últimos días, es que decidimos adelantar algo el ascenso. El pronóstico indicaba que desde las 3 PM comenzaba a caer nieve durante el resto de la tarde. No era una gran cantidad, pero las tormentas eléctricas de los días anteriores nos puso en alerta, por lo que había que comenzar y bajar temprano. Contábamos con tiempo suficiente, pero no había que confiarse.
Con el nerviosismo y ansiedad normales poco antes de un evento de este tipo, algunas horas antes que se pusiera el sol ya todos se encontraban descansando previo al horario de inicio de la jornada: 11:00 PM.
Ojos del Salado, día de cumbre. Aprox. 6.450 mts.
El día
Y llegó el gran día. Feña nos esperaba con el “desayuno” a las 11:15 PM. Tranquilos y medios dormidos aún, salimos desde el campamento base cerca de las 12:15 AM. Algunos pudieron dormir plácidamente; otros en forma intermitente y también algunos casi nada. Se sumaba al equipo Brian, otro clásico guía de montaña de la zona, quien nos acompañaría cerrando el grupo durante el ascenso.
El inicio de la marcha comenzó a las 2:30 AM, bajo una estrellada, quieta y cálida noche, como pocas veces toca. Con algo de nieve que cubría parcialmente la ruta, pero siguiendo las huellas que un grupo abrió un par de días antes, el avance fue consistente, a pesar que en algún momento previo al amanecer bajó la temperatura como resultado de una suave pero pareja brisa que soplaba desde el sur, golpeando al grupo directamente a la cara. Con la salida del sol y tras algunos espacios para descansar, se sintió un nuevo ánimo en el grupo para continuar avanzando. Sabíamos que faltaba mucho, pero ya alcanzábamos los 6.500 mts. y comenzábamos a superar el gran nevero por su margen superior.
Coni, quien había sentido unas molestias desde hacía un rato, finalmente decide regresar para no atrasar al grupo hasta la camioneta, acompañada siempre por Brian. Caro, Sole y Carlos se encontraban bien, por lo que continuamos ahora ya un bastante agradable sol.
El cielo apenas presentaba algunas nubes, por lo que nos daba la confianza suficiente para seguir subiendo. Otro par de horas y ya veíamos desde la parte baja del cráter un bloque de roca oscuro que se levantaba a lo más alto del cerro: sí, la cumbre; lejos aún pero ya a la vista, lo que trajo consigo más confianza para seguir avanzando.
En el cráter y la cumbre
11:20 AM: Carlos y Caro llegan al cráter y, ciertamente, quedan maravillados con la vista desde los 6.720 mts. La cumbre se sentía cerca, lejos aún, pero cerca. Cuidado, siempre hubo conciencia que quedaba mucho trabajo aún, pero la sensación de cercanía era muy grande. Sole, por su parte, se encontraba todavía más abajo del cráter, por lo que bajé a avisarle que esperara en en este punto hasta el retorno del resto, que se encontraba en muy buenas condiciones para alcanzar la cima.
Cráter Ojos del Salado, 6.730 mts.
Sí, pero…
Fue cosa de unos breves minutos en que todo cambió. Desde el sur —por la cara opuesta de la montaña— aparecieron de a poco algunas nubes, pero tras unos instantes toda la cumbre quedó cubierta y comenzaron a caer algunos copos de nieve. La montaña se cerró; el frente de mal tiempo se adelantó a lo que indicaban todos los pronósticos chequeados. Dura decisión estando tan cerca, pero todos conocían las condiciones meteorológicas esperadas y las que precedieron a este día. Había que bajar de inmediato.
Muchos y ruidosos truenos acompañaron el descenso, pero afortunadamente no hubo mayores contratiempos y en menos de 2 horas estábamos de regreso en el final del camino vehicular sobre el refugio Tejos, reuniéndonos todos nuevamente. Había cansancio y tristeza por no haber conseguido la cima estando tan cerca, pero al mismo tiempo y por sobre todo, tranquilidad por haber hecho lo correcto.
Ya de regreso en el CB, donde llovió de forma intensa algunas horas, aprovechamos lo que quedaba de la tarde para ir a las termas, comer, comer y comer para luego descansar luego de una larga jornada. Fue un día muy intenso, fuerte y emotivo.
Finalmente
Último día en el CB; desarmado de equipos y de regreso a Copiapó. Sí, se notaba algo de tristeza no tanto por la cumbre, que quedó de alguna manera relegado a un segundo lugar, si no por los tremendos y agradables momentos vividos durante los 9 días que estuvimos en la montaña.
Ya en Copiapó, luego de una merecida —y necesaria– ducha, fuimos por unas pizzas, cerveza y otros. Excelente despedida de un gran viaje.
Coni, Caro, Sole y Carlos, —y hablo por Feña también—, fue un gran gusto haberlos llevado y compartido en el cerro. Oportunidades nuevas siempre vendrán.
El cerro Carbón —que separa las comunas de Providencia, Vitacura y Huechuraba— y cuyo ascenso comienza justo en el sector de la Pirámide —Américo Vespucio con Santa María—, complejo trébol y nudo vial que lo divide del cerro San Cristóbal hacia el surponiente, es un clásico e imperdible breve ascenso que ofrece hermosas vistas de Santiago en todas sus direcciones, además de clásicos de la zona central, como El Plomo y la Sierra de Ramón. Si bien pertenece al Parque Metropolitano —continuación hacia el norte desde La Pirámide—, fuera de una nueva señalética, algunos restos de árboles plantados en un comienzo y unos baños en desuso, no existe control ni menos mantenimiento de sus caminos y laderas (desconozco si hay planes de mejoramiento o de integración con el existente).
En el sitio de Parquemet aparece un link que carga la siguiente página: en ésta no hay mayor información fuera de unos perfiles y tips de ascenso, tiempos y otros, pero de otra institución. Aparte de la noticia de una nueva señalética (2021), no encontré info relevante de caminos u otros.
Volvamos al cerro: aunque erosionado en sus rutas, recibe cientos de visitas cada semana, convirtiéndola en una excelente opción para iniciarse en el senderismo, pues cuenta, entre otros atractivos, con una gran terraza-mirador que se alcanza tras unos 25-30 min de caminata, ideal para gente que comienza a dar sus primeros pasos.
Deporte y entretención
También puede ser una gran arena de entrenamiento, pues sus laderas —siendo breves en longitud— cuenta con pendientes sostenidas, convirtiéndolas así en una buena forma de entrenar e ir superando desafíos personales. Si revisamos las cifras, desde uno de los inicios del recorrido (rotonda, a un costado del colegio Saint George), son aprox. 4,2 kms hasta la cumbre, cubriendo cerca de 690 mts. de desnivel.
Los tiempos de ascenso son relativos, pues hay “máquinas” que en 30 minutos —o quizás menos— ya están arriba, alegan por lo lento que subieron y se devuelven corriendo porque tienen que ir a pintar la casa, mientras que para otros mortales les puede tomar varias horas, disfrutando cada paso relajadamente en el cerro.
Por lo mismo, es frecuente ver a gente de un amplio rango de edades subiendo pesadamente cada día —muchos niños diciendo presente—, no necesariamente hasta su punto más alto, pero seguro como un avance para ir “tomándole” el gustito a las caminatas. Creo que no es algo menor y es digno de destacar dado que los niveles de sedentarismo en el país han ido creciendo de forma alarmante.
Personalmente me llamó la atención la cantidad de gente que subía incluso a diario durante los meses post encierro de las cuarentenas por COVID durante 2020 (el autor de esta nota fue uno de ellos que cumplió no sin gran esfuerzo). Sin duda el hecho de permanecer tanto tiempo sin poder practicar actividad física prolongada ni poder asistir a gimnasios u otros, por ejemplo, a causa de los riesgos de contagio, aforos limitados, etc., fueron gatillantes importantes al momento de tomar la decisión de comenzar a realizar ascensos. Tal vez algunos de ellos dejaron de salir al cerro, pero no creo equivocarme que muchos continuaron.
Desde la cumbre del Carbón y hacia el oriente, existe un amplio filo que conduce directamente a la arista poniente del cerro Manquehue, 1.650 mts, su hermano mayor, a través de una escarpada ladera, o bien por un definido sendero que tuerce levemente hacia el norte y que se une a la vía que asciende desde Los Trapenses, ya en la comuna de Lo Barnechea.
Algunas águilas y, en ocasiones, algunos pocos cóndores se dejan apreciar de vez en cuando desde la cumbre, siendo las primeras bastante frecuentes de ver cuando desde cotas menores toman las corrientes ascendentes y suben trazando una espiral relajadamente, sin batir una sola pluma.
El problema de siempre
Pero —y este es uno de los objetivos principales del artículo—, también el acercamiento de la gente en grandes masas a estas zonas ha traído consigo los mismos problemas que aquejan en general a los ambientes naturales: la basura, la suciedad y los rayados. Este útimo punto es cada vez más lamentable, si no —entre otros— vean lo que ocurrió hace poco con la cúpula del Museo de Bellas Artes.
Cáscaras de frutas, huevos, envases de gel energéticos (los “deportistas”), colillas de cigarro, ahora se agregaron mascarillas y por supuesto papel higiénico —entre otros varios— son ejemplos cada vez más frecuentes del camino y sus entornos. Muchos atribuyen estas acciones a poca educación al aire libre precisamente por la falta de experiencia en terreno, pero la verdad pienso que eso ya no es excusa ni justificativo alguno hoy en día (menos rayar las rocas). De hecho, hay gente con gran experiencia que insiste en dejar papeles higiénicos cubiertos parcialmente por una piedra, negando por supuesto alguna responsabilidad.
A pesar de ser medianamente boscoso —típico de la zona central— hay quienes insisten en hacer fogatas, cortando ramas de los árboles alrededor, con el consiguiente riesgo de provocar lógicamente incendios, pues se trata de árboles que han ido secándose gradual pero sostenidamente debido a la ausencia de lluvias y el “pasto” amarillo perdura incluso en pleno invierno. Sin ir mas lejos, en la cumbre del cerro Manquehe es frecuente encontrar restos de fogatas recientes, alimentados con madera de los ya maltrechos árboles que sufren con los cortes e incluso con el aporte de algunas bancas y señalética que existieron alguna vez.
¿Consecuencias?
¿Qué podría ocurrir? No lo sé, pero no sería extraño que acabe por cerrarse el acceso y que alguna institución cobre por ingresar y así hacer manejo de los residuos de los “visitantes”.
¿Es esa la solución? Claro que no, pero si no hay cambios en el comportamiento y educación de alguna gente, cada vez van a existir más restricciones para ingresar a áreas naturales que siempre estuvieron abiertas.
Lo más probable es que—al pertenecer a Parque Metropolitano—, no lo cierren, pero tengan la seguridad que, si no hay cambios en los hábitos de quiénes dicen apreciar y disfrutar la naturaleza, pronto este hermoso y cercano cerro se convertirá en un triste recuerdo para todos los que realmente lo cuidamos.
*No he olvidado el penosamente conocido asunto de los asaltos en el cerro, a plena luz de día, pero ese será motivo de una nueva nota.
Sierra Nevada desde Laguna Brava, 4.350 mts. aprox., vista hacia el sur. Febrero 2022.
Ascenso al volcán Sierra Nevada de las Lagunas Bravas
Hacia el noreste del complejo fronterizo San Francisco —ubicado a orillas del salar de Maricunga—, III región de Atacama y en una amplia zona donde abundan montañas que superan la mítica barrera de los 6 mil metros de altitud, se encuentra un escondido volcán, el que registra muy pocos ascensos debido a lo poco conocido que resulta para un gran número de montañeros. Se trata del volcán Sierra Nevada de Las Lagunas Bravas —pedazo de nombre— de 6.127 mts., cuya cumbre se eleva justo en el límite internacional, siendo la parte más alta de un gran macizo de 8 cumbres que sobrepasan los 5 mil metros de altitud.
Escondido
Escasamente visitado —al menos el libro de cumbre indica un último ascenso en 2015— ofrece un viaje sobrecogedor solamente en el acercamiento, pues hay que atravesar extensos arenales, huellas poco definidas, conducción literalmente sobre el lecho de un río (río Negro) en un tramo y lagunas de color turquesa impresionantes.
Bien vale la pena guardar un par de días extras para continuar con el viaje hacia el norte para poder acercarse, rodear y apreciar genuinamente estos impresionantes cuerpos de agua salobres de altura, que se mantienen también escondidos al recibir pocas visitas generales.
No es simple llegar hasta el campamento base de esta montaña, pues hay que internarse por un antiguo camino minero desde donde extraían azufre varios kilómetros adentro y luego buscar alguna pasada sobre un portezuelo donde se supone que debe haber alguna tímida marca de ruedas que baja hacia un arenoso y apartado valle. Es fácil decepcionarse al ver el cerro a lo lejos, pues al no haber un camino ni huellas claras queda la impresión de que hay que caminar desde ese alejado punto, desmoralizando incluso a los más fuertes.
Tras encontrar estas marcas, se gana algunos cientos de metros a través de rocas, arena y más rocas, lo que no se traduce en un gran avance, pero se agradece igualmente.
Acampando
El campamento —dependiendo cuál se escoja— es un lugar muy lindo, relativamente protegido por un morro de rocas y al pie del camino hacia la montaña. No hay agua pero es posible encontrar algunos neveros alejados para obtenerla.
La ruta es, en palabras simples, eterna. Sí, no termina nunca. Son cerca de 18 kms. hasta la cumbre, lo cual no se traduce necesariamente en un problema o un motivo para ni siquiera intentarlo, si no lo que se oculta tras muchísimas horas de marcha. Pero no nos adelantemos.
La marcha no es muy diferente al resto de los ascensos en la zona: arena, piedras, viento, tramos de nieve y frío, sólo que ahora es inusualmente extenso, pero no es muy distinto. Algunas lagunas, franjas de penitentes que deben ser rodeados y que aparentan no terminar nunca y —reconozco fue duro—, algunas bajadas a valles donde se perdía altura, teniendo que obligadamente volver a recuperar esos metros una y otra vez.
El cerro
El sol aún no salía, pero las primeras horas de luz que aclaraba tímidamente la negra silueta del Sierra Nevada desde el oriente indicaba inequívocamente que la montaña seguía aún muy lejos de alcanzar, pero con la energía y, sobre todo, motivación para continuar no resultaba un problema. Y la verdad nunca lo fue, sí, pero no digamos que el cerro se dejó subir tan fácilmente.
Irritación —o más bien, envidia— a más no poder nos causó ver unas borrosas marcas de 4×4 cerca de la base del volcán, luego de varias horas de marcha. Por las dimensiones de las huellas y separación de las ruedas debió tratarse de un Unimog que tal vez cruzó desde Argentina, porque al menos desde Chile nunca pudimos entender desde dónde provino…montañismo del siglo XXI.
Ya de día y con el sol de frente que molestaba bastante, alcanzamos la base del volcán y subimos pesadamente por unos tramos de roca descompuesta y nieve. Por fin pudimos visualizar lo que quedaba de camino hacia la cima. Se veía clara, limpia y hermosa, en un día aún más claro, limpio y hermoso. Revisamos la ruta de los GPS y lo comparamos con un relato de referencia (Andeshandbook) y comprendimos que, aunque es cierto que restaba mucho trabajo aún, lo más duro quedaba atrás.
Ingenuidad pura.
Calor y más calor
Mucha nieve y sol fueron compañeros inseparables durante esas interminables e insufribles horas sobre los casi 5.900 mts. de marcha tratando de alcanzar el cono que indicaba el final del cerro. El calor —¿a esa altitud?, válidamente se preguntarán— insoportable. Así es. Reitero: insoportable. ¿No me creen? No me importa; era insoportable. ¿Viento? cero brisa y no llevamos ni un abanico. Los gorros nos cubrían —era que no— la cabeza, pero el glaciar y los neveros reflejaban todo los rayos que generosamente enviaba el sol.
Pero ya faltaba poco. Sí, es cierto.
Pero recordemos lo mencionado algunas líneas párrafos arriba “(…) si no lo que se esconde tras varias horas de marcha”.
Muy simple: el mentado relato indicaba la presencia de una bajada desde lo que se presumía era la cumbre para luego volver a subir, trámite que no debía tomar —según aquellas líneas— 45 minutos a 1 hora. El asunto es que esto era luego de muchísimas horas de ininterrumpida marcha, por lo que agregar ahora esos minutos era, en el papel, mentalmente agotador. Pero había que terminar.
La sorpresa
Grande fue la impresión al encontrarse con este último tramo.
¡Pero cómo podía ser así! La imagen no se ajustaba nada a lo que veíamos en la publicación. “Pero lógico que nunca es así”, dirán uds., sí, ok, pero no, no lo esperábamos; para qué voy a mentir.
En fin, la mejor sonrisa y a ponerle bueno. ¿Si pensamos en devolvernos? Sinceramente, ganas no faltaron pienso, pero no le dimos la oportunidad a que esa opción nos envenenara la cabeza. Había que hacerla “shorty”.
Felices finalmente
Ni tanto. Igual fueron más de 2 horas, más yo creo, hasta la cumbre, pero no fue tan atroz, fíjense. ¿Y la cumbre? linda ella, nada que decir; tremendas vistas en 360 grados. Lo pesado era bajar ese último tramo para luego volver a subir. Eso sí que sonaba feo, pero tampoco fue tanto; fue más ruido al final que otra cosa.
La bajada fue larga, muy larga y ventosa en ocasiones, pero la tarea estaba parcialmente terminada, pues sólo restaban algo así como 18 kms para regresar al campamento…una cosa poca.
Ya de noche y con algo de luna alcanzamos nuestras sintéticas moradas, para devorar algo rápido y perderse dentro de los sacos de dormir hasta el día siguiente.
El Cajón y glaciar del Bello —al norte de las termas del Flaco y justo donde nace el río Yeso, Cajón del Maipo— es un glaciar de montaña que recorre el valle del mismo nombre de norte a sur, rodeado de grandes pero poco frecuentados cerros, pues los accesos y también el poco conocimiento de ellos hacen que este sea un lugar con reducidas visitas en general.
Se trata de un glaciar que cubre un área de aprox. 3,6 km2, alrededor de 336 hectáreas hacia el año 2020, con un retroceso aprox. de -1.02 km2 comparado con los datos registrados en 1986 (1). Los glaciares que alimentan este valle son el Yeso y Pirámide, que caen desde el noreste y sureste, respectivamente.
Algunas de las montañas que encierran a esta masa de hielo, son:
Bello, 5.230 mts.
Cuerno Blanco, 5.038 mts.
Punta Hoff, 4.882 mts.
Yeguas Muertas, 4.812 mts.
Punta Kobe, 5.067 mts.
La laguna de los Patos, ubicado algo más al norte de los baños del Plomo y por la ribera oeste del río Bello, es una típica, hermosa y simple caminata desde las termas, pudiendo apreciarse desde su punto más alto algunas de las montañas que componen este cajón.
El cajón del cerro Pirámide (5.448 mts), paralelo hacia el este al cajón del Bello, aporta hacia el valle desde sus escarpadas paredes de orientación sur y suroeste con sus hielos que reptan desde lo alto hacia el sureste, siendo parte también del Bello. Aunque cuenta con un acceso muy cercano a los baños o termas del Plomo y ofrece un hermoso trekking, recibe muy pocas visitas debido a la poca claridad en el inicio del valle, siendo poco visible y evidente desde la base para recorrerlo.
A pesar de sus aspecto rocoso, bajo algunos centímetros (30-100 cms aprox.) de roca, piedras y tierra, se encuentra un glaciar de aproximadamente 50 metros de espesor en promedio, que recorre valle abajo cerca de 6.5 kms. (2) y que converge hacia el cajón del Bello. En este punto ya no es posible apreciar hielo en la superficie, pero bajo una gruesa capa de rocas y material arrastrado de las laderas superiores, sí es factible encontrar hielo mezclado con rocas (glaciar rocoso).
Desde la cabecera del Cajón del Bello —hacia el norte— donde se arrastran lentamente los hielos hacia el sur, es posible apreciar montañas que no son visibles desde el valle central, no sólo por su lejanía o ubicación geográfica, si no por estar en caminos o predios donde no siempre es posible acceder por múltiples restricciones, pero que sin duda son dueñas de un tremendo valor escénico.
Los días 7 a 9 de octubre realizamos el curso de Montañismo Invernal en formato intensivo, contando con una gran tiempo —clima— y, sobre todo, con un tremendo grupo súper motivado.
Con más de 2 metros de nieve, mucho sol, una suave brisa y 2 increíbles y estrelladas noches fueron el acompañamiento ideal para un grupo que disfrutó cada momento y aportó con lo suyo: mucho entusiasmo y ganas para realizar todas las actividades. Incluso, nos dimos el lujo de cruzar el túnel Cristo Redentor hacia tierras argentinas para disfrutar una milanesa con papas fritas, vestidos hasta con polainas, para luego regresar caminando al campamento a nuestros refugios de nieve en la más absoluta oscuridad.
Felicitaciones a Bárbara Berni, Angel y Cristian por el gran entusiasmo, buena onda y ganas mostradas todos los días. Y para la otra podrás acompañarnos, Alexander.
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