El día 22 de septiembre y, luego de descansar un día tras la subida al volcán San Pedro, ascendimos el volcán Acamarachi —o Pili—, de 6.046 mts., en un muy agradable y soleado día. Fue un duro ascenso, pues se encontraba muy seco el cerro y todo el camino transcurrió entre pedregales y rocas, pero siempre felices de alcanzar una nueva cima de 6 mil metros.
Nuevamente felicitaciones a Cathy, Renato y el apoyo entregado por Bastián durante el viaje.
En un día cargado de patriotismos, celebraciones, fondas y asados, conseguimos la cumbre de este hermoso cono de seismil metros el 18 de septiembre pasado, por la variante norte del volcán.
Fue una dura jornada, pues tuvimos que comenzar el ascenso desde los 4.250 mts, cubriendo casi 2 mil metros de desnivel. Aun así, el día estuvo agradable, algo ventoso, pero bien en términos generales.
Retornamos al campamento ya a oscuras, comer algo rápido y a dormir. Al día siguiente regresamos a San Pedro para descansar y comenzar al preparar el siguiente ascenso: volcán Acamarachi o Pili, de 6.046 mts.
El día 30 de agosto se alcanzó la cumbre de la mayor altura de Chile con fuertes vientos y mucho frío, luego de un viaje de 15 días en el sector de la Puna de Atacama. Previamente se realizó el ascenso del volcán Copiapó (6.052) y otras cumbres de 5 mil metros como parte del proceso de aclimatación antes de intentar el Ojos.
Suma tus primeros 6 miles; noviembre 2023!
San Francisco (6.018), Vicuñas (6.067) y Peñas Blancas (6.030) son los hitos que invitan a cumplir con este ambicioso proyecto, para socios de los clubes Malayos y @dav_chile
INCLUYE
Guía de alta montaña certificado y logística.
Transporte en camioneta 4×4.
Radios VHF y teléfono satelital (llamados de emergencia).
Equipo de seguridad y primeros auxilios (oxígeno).
Traslado desde y hacia aeropuerto en Copiapó.
Domo cocina-comedor, mesas, sillas, equipo de cocina grupal.
El día 14 de julio alcanzamos la cuarta y última montaña de 6 mil metros planificada, cerrando así un viaje de casi 20 días nada menos que con la máxima altura de Bolivia, el nevado Sajama, un tremendo coloso que se eleva 6.542 mts. sobre el nivel del mar, emplazado en medio del altiplano boliviano, solo, sin montañas que le hagan sombra alrededor.
Participantes: Renato Mertens, Francisco Carrasco, Adolfo Dell´Orto y Mario Pérez.
Tras subir el volcán Acotango 3 días antes, decidimos tomar un día de descanso visitando por la mañana los geysers de Sajama y en la tarde las espectaculares termas del mismo nombre, un espacioso lugar abierto que invitaba a pasar mucho tiempo en el agua caliente. Y de verdad no daban ganas de salir, porque son realmente agradables.
El descanso
Más que descanso —que ayudó mucho, claro— la decisión pasó más que nada por evitar una noche en un campamento intermedio ubicado a 4.700 mts. que no aportaría tanto considerando que contábamos con aclimatación previa, por lo que sólo sería desgaste movilizar equipos y otros por una sola noche. Al día siguiente habría que caminar más, sí, pero hay más ganancia en dormir bajo que alto. Debíamos, por tanto, ascender desde el hostal ubicado a 4.250 mts hasta los casi 5.700 mts del campamento alto. Todos los ascensos organizados por Mario Pérez —guía boliviano y propietario (junto a Ana) del hostal donde nos quedamos— incluyen uso de porteadores, sin excepción, por lo que el ascenso hasta aquel punto resultó bastante más amistoso. No escuché quejas por ello.
Acercándonos
El sector donde comienza el sendero hacia, primero, el campamento base del Sajama, denominado Los Queñoales, se caracteriza por tener una cantidad tremenda de Queñoas o keñua (Polylepis tarapacana), un árbol de altura que crece en esos desolados parajes, alcanzando varios metros de altura. Una vez iniciado el ascenso, el camino transcurre por una estrecha quebrada que va ganando metros progresiva y suavamente, hasta alcanzar el campamento base, un amplio valle plano y cómodo para acampar, siempre bajo la mirada atenta del volcán, quien cierra este valle con su imponente cara oeste.
Tras un breve descanso, retomamos la marcha hacia una opción de campamento intermedio, llamada “23 de marzo”, lugar donde almorzamos y descansamos unos instantes. El camino hacia el campo alto es una débil huella sobre arenales y algunos tramos de acarreos, fuertemente azotado por el viento debido a su configuración, propios de una canaleta.
A 5.700
El campamento alto se ubica sobre un estrecho portezuelo, suficiente para albergar cerca de 6-7 carpas, provista de nieve y protegido por un peñón de roca que evita que sea aún más ventoso. Saldríamos a la cumbre Mario (guía), Renato y quien escribe. Francisco había resuelto días antes permanecer en el campamento
A la 1 am sonaron los despertadores y, con la cara llena de risa, nos levantamos. A pesar del viento constante, logramos dormir algunas horas. Listos, todos afuera y a las 2:20 estábamos ya en marcha. La noche era negra y solo se veía algunas luces esparcidas por la amplitud del valle a los pies de la montaña. La primera parte del cerro era un sendero de arenas firmes, por lo que en menos 40 minutos ya estábamos a los pies de la canaleta, un tramo breve de nieve dura y algo de hielo que da la impresión de ser más empinada de lo que aparentaba. Aun así, debíamos superar sus escalonados pasos con el debido cuidado.
La arista —la sección más entretenida del volcán— provista de algunas trepas y varios rodeos en roca y que debido a la oscuridad de la noche daba la sensación de verticalidad en algunos aéreos pasos, fue superada también en poco tiempo, aunque ahora con más viento durante su ascenso. Ya cerca de las 5 estábamos a los pies del cono, sobre los 6 mil metros de altitud.
Con las primeras luces del amanecer y ya sobre un infernal campo de penitentes, la cumbre comenzaba a asomarse de a poco. O eso creíamos, porque a cada tanto aparecía otro cono cimero. Y otro.
Sobre los 6.250 mts., los penitentes dieron tregua y pudimos avanzar sobre nieve dura, limpia y pareja, lo que ayudó bastante en los últimos metros, no sin antes tener que rodear una enorme y profunda grieta que cortó nuestro victorioso avance. Tuvimos que cruzarla sobre lo que en principio creíamos era un dudoso puente de nieve, pero tuvimos que reconocer que fuimos prejuiciosos con dicho puente, pues atravesamos el obstáculo ida y vuelta sin ningún problema.
La cumbre
Ahora sí; cumbre a la vista. Sabía de lo amplia que era la cima de este volcán, pero mis cálculos y referencias fotográficas quedaron definitivamente cortas: ¡es enorme! 3, 4, 5 canchas de fútbol, no sé, pero es realmente grande y plana. Y fría. Y ventosa. Un par de fotos y de regreso al campamento. Renato conseguía su seismil número 30 y Mario como su 5.000, no sé, pero muchos Sajamas. Un gusto nuevamente haber alcanzado otra cumbre con Renato y haber seguido a Mario en este ascenso.
Bajamos el cono, destrepamos la arista y la canaleta, para así estar al mediodía de regreso en el campamento alto. Desarmamos todo y de regreso por la misma huella que el día anterior nos recibió cargado de ilusiones mientras ascendíamos por esta hacia cotas mayores. Estas no son sólo palabras clichés —que lo son, ciertamente—, si no para quiénes suben montañas y, sobre todo al día anterior a la cumbre, el sendero es uno de los pocos testigos mudos de los miles de pensamientos que se cruzan y aparecen en la mente a medida que se gana cada metro durante la subida; ¿será muy pesado? ¿será muy difícil? ¿podré subir?, etc. Un monólogo interno que no calla y alienta como atormenta.
En fin, da para otro tema. Lo cierto es que en esta oportunidad sí alcanzó y todas esas ideas fueron silenciadas al momento de pisar el punto más alto de la montaña.
Cerca de las 6 de la tarde estábamos ya en el vehículo que nos trajo de regreso al hostal de Mario y Ana, para devorarnos esa deliciosa comida e irnos a dormir con la felicidad y satisfacción de la cumbre obtenida y de un tranquilo retorno.
Sábado: regreso a la aduana —con un tipo muy desagradable del SAG exigiendo los formularios de entrada—, transfer a Arica y domingo descanso en el hotel esperando el vuelo de regreso. Casi 20 días de viaje y ascensos por el altiplano chileno-boliviano.
Felicitaciones a Renato, Francisco y un gusto haber trabajado y compartido con Mario. Y agradecimientos a la atención y comidas de Ana; al power cargando equipo del “che” Gary y sobre todo Aurelio y por supuesto a los inolvidables ladridos nocturnos de Suki y…seguro se me pasó alguien.
Luego de completar los 2 ascensos de los sesimiles por el lado chileno, viajamos al pueblo de Sajama en Bolivia, lugar desde donde continuamos con las 2 montañas que nos restaban. Nos quedamos en el hostal de Mario y Ana, un excelente lugar para descansar y con muy buena comida, además de un gratísimo ambiente.
Debido a que el volcán Parinacota se encontraba muy seco por la vertiente boliviana, decidimos subir nuevamente el Acontango, ahora por el filo noroeste —Bolivia— siendo realmente espectacular y rápido en sus ascenso.
Junto con Mario Pérez —guía boliviano, el mismo del hostal— realizamos el ascenso a este volcán comenzando muy temprano en la mañana, por una ruta compuesta por un largo y directo filo que conduce directamente a la cima, en un recorrido de nieve dura que hacía rápido el ascenso. Algo ventoso, pero hermoso día.
¡Felicitaciones a Renato y sobre todo a Francisco, quien pudo conseguir finalmente su anhelada cumbre de 6 mil metros!
El día 7 de julio alcanzamos la cumbre del volcán Acotango, de 6.052 mts, consiguiendo así el segundo seismil de la primera parte del viaje. Nuevamente comenzamos desde el hostal Uta Kala, ubicado en el caserío de Parinacota (4.450 mts), saliendo muy temprano en la madrugada para aprovechar los cortos días de invierno.
El volcán se encontraba más seco que en años anteriores y en su inicio encontramos algunos penitentes, pero que no entorpecieron en absoluto el ascenso. Tras algunas horas de marcha y con algo de viento, alcanzamos la cima bajo un soleado día, para luego comenzar a descender y retornar al hostal.
Nuevamente felicitaciones a Tere y Francisco por el esfuerzo y ganas mostradas durante todo el viaje.
El día 12 de marzo alcanzamos la cima de este imponente volcán, ubicado en el límite con Argentina, en pleno corazón de Los Andes centrales de Chile.
Este viaje debió haberse realizado la primera semana de enero, pero fue aplazado por mal tiempo; solo recordar los aluviones en el Cajón del Maipo durante esos días debido a lluvias en altura. Se esperó hasta último momento y el tiempo acompañaba, por lo que solo quedaba confirmar a Marcelino (arriero), ordenar el equipo, comprar la comida y partir.
Día 1:
Salimos de Santiago relativamente temprano, ya con los primeros tacos de inicio de año escolar, reuniéndonos casi a la hora acordada en Alfalfal. Nos juntamos con Marcelino al final del camino vehicular (puente cortado en Chacayar), ordenamos, dejamos listas las cargas para las mulas y comenzamos la marcha de aproximación.
Bastante caluroso el día, pero a medida que ascendíamos por el cajón —bordeando el río Colorado— se podía sentir algo de brisa en la cara, de otra manera hubiera sido de verdad asfixiante.
El camino transcurre por senderos bien definidos, ganando altura lentamente hasta el sector de Baños Azules o Pozones, donde hay que bajar desde la llanura superior para luego cruzar el río Museo y ascender hasta una arista que obliga a bajar nuevamente, cruzar el río Azufre —caudaloso y siempre con ese color chocolate— para otra vez volver a subir.
Un nuevo valle que se estrecha hacia el sureste, flaqueado por paredones verticales de estratos y que vuelve a abrirse tras pasar por una cerca, deja al grupo en el campamento 1 —Aguas Buenas—, protegido sector, provisto de un cobertizo de los arrieros y con una parrilla que invita a sentarse en torno a un asado. Y así fue; devoramos lo que sería el último lujo antes de entrar al verdadero terreno montañoso.
Día 2
Orden de equipo, carga de animales, algunas fotos a los cururos que se asomaban fuera de sus galerías e inicio de nueva marcha, sobre un amplio valle que se dividía en 2 luego de un par de horas de caminata. Nunca deja de impresionar la vista del cerro Chimbote, de 5.493 mts., al final del Cajón de los Perdidos.
Tas unas 2,5 horas de marcha aparece la primera vista del Tupungato, hacia el sureste, dejando en claro que el ascenso no iba a ser breve ni menos simple, pero verlo ya constituía una emoción tremenda.
Una vez atravesado el famoso “Mal Paso”, que esta vez no fue tan malo como en otras oportunidades, se alcanza el campamento Vega de los Flojos, un hermoso y amplio lugar para acampar, teniendo como telón de fondo las glaciadas laderas del cerro Sierra Bella —5.275 mts.— quien, a pesar que ha perdido dramáticamente hielo de sus laderas, sigue siendo una montaña realmente linda.
El campamento Perdices, a 3.700 mts. aprox, es unlugar cómodo y muy lindo para pasar la noche. Protegido por algunas rocas y con agua a mano, es un excelente lugar para pasar la segunda noche.
Día 3
Luego de una agradable noche bajo un estrellado cielo y tras ordenar las cargas para que Marcelino las subiera al campamento Penitentes (4.400 ms.) e incluso un par más hasta el siguiente, reanudamos la marcha. El terreno era bastante pedregoso —lecho del estero— pero en poco tiempo alcanzamos el sendero que baja desde el volcán mismo. Progresivamente íbamos ganando altura, lo que permitía admirar las montañas de fondo, como el Sierra Bella y ahora el Polleras (5.993. mts.) —pedazo de cerro—, hacia el norte, entre otros.
Día 4
Tras otra agradable noche ahora en el campamento penitentes, nuevamente ordenamos todos los equipos y cargamos las mochilas, dejando ordenadas las cosas que iban a permanecer hasta nuestro regreso. Ascendimos por un sinuoso y suelto sendero hasta el siguiente campamento.
Luego de superar este tramo, encontramos un valle de altura provisto de varias pircas, siendo una muy buena alternativa para montar campamento. El último tramo del camino fue a través de una huella bien definida sobre una ladera que ganaba en pendiente mientras ascendíamos, la que nos dejó en el campamento ubicado a 5.150 m aproximadamente. Una amplia explanada con algunas pircas, bastante agua y buena vista hacia el norte y oeste, fueron nuestro refugio durante las siguientes 3 noches.
Día 5
Ese día vimos diferentes opciones en la estrategia para alcanzar la cumbre: una de ellas era portear equipo hacia el siguiente campamento ubicado 5.650 m para luego retornar y, al día siguiente, tomar el resto del equipo y acampar en la altitud antes mencionada. La otra opción que fue la que finalmente acordamos todos, consistía en portear el resto del equipo al campamento de altura para luego —al día siguiente— descansar en el campamento a 5.150 mts. Esta es una buena opción para poder descansar a una altitud menor.
Día 6
Día de descanso, de hidratación y comer en abundancia; preparación de equipo para el día de cumbre e ir a dormir temprano. Ansiedad.
Primeros rayos solares, alumbrando a los cerros Sierra Bella, Polleras y Polleritas. Vista hacia el noreste.
Día 7 (de cumbre):
Y llegó el día. Despertadores a las 3 am. A pesar de la cantidad de horas en el interior del saco de dormir, pocos durmieron bien: ansiedad, nerviosismo, ganas. Café, algo para comer y salimos algo después de las 4:40 am. Seguimos las luces de un grupo de argentinos que habían llegado al campamento el día anterior y continuamos la marcha juntos. Antes de las primeras luces del amanecer, el grupo se tuvo que dividir momentáneamente para luego volver a reunirnos después de un rato. Lindo día, poco fría la amanecida y buen paso hacia los pies de la canaleta, famoso estrecho corredor que gana altura progresivamente entre piedras, neveros y penitentes que no obstaculizaban tanto la marcha.
Ya sobre la explanada y tras dejar la canaleta, el viento comenzó a soplar intensamente —no muy frío— pero sin dar tregua. Saludamos a los argentinos que hicieron cumbre previamente y seguimos hacia el filo que conduce a la cima de norte a sur. Hacia el este el viento era menos intenso debido a que la artista nos protegía, pero al asomarnos levemente sobre ella, se volvía a sentir con fuerza. Los primeros en hacer cumbre (Sebastián y Pablo), llegaron unos 45 antes y nos topamos cerca de la cumbre chilena. Otros 45 minutos más y la cumbre ya estaba bajo nuestros pies. Solo un par de fotos, videos y a emprender la bajada. Teresa y Cathy felices a más no poder.
Algunas nubes rodearon el cono cimero mientas descendíamos, pero se concentraron principalmente sobre el campamento —1.400 mts más abajo—, por lo que no fue un obstáculo. De hecho, dejó ver unas imágenes muy lindas que generaba el contraste entre nubes, cerro y cielo.
Descenso de la canaleta y nubes de fondo.Ya de regreso al campamento, algo rápido para comer y a descansar. Fue una larga jornada que tomó varias horas y metros de desnivel, pero la satisfacción de haber alcanzado el objetivo fue superior a todo el cansancio, frío y dificultades vividas durante el camino hacia el punto más alto.
Día 8
Levantamos campamento y dirigimos la marcha hacia campamento Penitentes donde, luego de comer e hidratarnos, continuamos el camino hacia el siguiente campamento —Perdices—, para pasar la noche a menor altitud y en un más cómodo y protegido emplazamiento. Extendimos unos nylon en el suelo, sacos de dormir y a mirar el cielo estrellado.
Día 9
Muy temprano Marcelino y Nacho pasaron con las mulas para recoger la carga dejada en Penitentes, por lo que ordenamos las cosas que íbamos a dejar para que él recogiera después y reanudamos la marcha hacia Aguas Buenas, último campamento antes de regresar a Santiago.
Lindo día, algo de viento que hizo menos calurosa la jornada y ciertamente con la tremenda satisfacción de la cumbre conseguida. Y los pensamientos que se cruzan en el monólogo interno mientras se camina son siempre —o casi— los mismos: la felicidad de la cima. Más allá del cansancio del viaje y del duro día anterior, el sentimiento de bajar con la cumbre es difícil de transmitir a través de estas líneas. No se trata sólo de un número que engrosa el listado de cumbres anotados en una hoja, es un trabajo que comienza muchas semanas antes y estar en el cerro intentando esa cumbre sólo es la consecuencia de lo anterior. Insisto, es difícil —o no sé cómo— llevar a palabras ese sentimiento.
En fin. Algunas horas de marcha y Aguas Buenas, último campamento donde nos esperaba un maravilloso asado —por preparar—, cervezas, bebidas, etc. Para no creerlo.
Día 10
Y llegó el último día de este extraordinario viaje. Orden de equipo, carga de mulas y a caminar. Algunas horas de marcha por el mismo camino que habíamos iniciado 10 días antes cargados de ilusión y sueños. Ahora devolvíamos los pasos con la pega hecha, sin novedad alguna y una felicidad indescriptible. Arriba de los autos y a la espera de una más que merecida ducha.
Desde el día 7 hasta el 15 de marzo realizaremos el intento a la cumbre del volcán Tupungato, de 6.585 mts., la máxima altura de Chile central.
El ascenso a esta montaña tiene todas las condiciones de un viaje a la alta montaña de Los Andes centrales: en extremo alejado, muy frío, ventoso y con noches a gran altitud, pero todo lo anterior solo enaltece a este coloso del valle central, convirtiéndola en un verdadero desafío de poder alcanzar.
Esperamos contar con buen tiempo y que el cerro nos reciba de la mejor manera.
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